sábado, 26 de abril de 2014

UN POEMA DE ANTONIO FERNÁNDEZ GRILO

Hola a todos.
Navegando por Internet, he podido conocer a un poeta del que nunca antes había leído nada, pero que me ha llamado mucho la atención.
Su nombre es Antonio Fernández Grilo. Nació en Córdoba en el año 1845. Siendo muy joven, escribió su primer poema, una oda titulada Al mar. 
Tuvo la suerte de tener como mecenas, a raíz de un premio que le concedieron, a diversos hombres importantes de la aristocracia andaluza. Su primer libro de poemas vio la luz en 1869.
Después, viajó a Madrid donde se dedicó al periodismo. Poco a poco, se fue introduciendo en los círculos de la Corte convirtiéndose en el Poeta Real del Rey Alfonso XII. Su amistad con la Familia Real Española le permitió que la depuesta Reina Isabel le ayudara económicamente en la publicación de otro de sus libros de poemas, Ideales, en 1891.
Cultivó la amistad de Emilia Pardo Bazán y consiguió el puesto de Académico de la Lengua, cargo que ocupó hasta su muerte en 1906.
Sus poemas son sensibles y llenos de armonía, así como de imaginación.
Os dejo con su poema El mar. 
Espero que os guste.

Nunca, nunca en la arenani en los rotos peñascos altanerosque a tus olas les sirven de cadena,puse mi planta; nunca mis oídoslos soberbios rumores escucharonde tus roncos horrísonos bramidos;nunca del sol ardientevi ocultarse la luz tras tus espumasen la roja mansión del occidente;nunca los huracanesrompieron ante mí tus densas brumas,como rompen el monte los volcanes;nunca los ojos míospor tanta inmensidad se dilataron,ni tus salvajes cánticos bravíoslos sueños de mi mente despertaron.

viernes, 25 de abril de 2014

UN POEMA DE ELIZABETH BARRET BROWNING

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este precioso poeta de Elizabeth Barret Browning.
Se trata de una de las poetisas inglesas más respetadas de todo el periodo victoriano.
Su vida podría ser la de cualquier jovencita del siglo XIX, ya que se educó en casa y tuvo como profesor a su hermano mayor. Sufrió en su adolescencia la tuberculosis. Sin embargo, Elizabeth luchó por la abolición de la esclavitud.
Con treinta y nueve años y a punto de convertirse en una solterona, Elizabeth conoció al que sería su marido, Robert Barret. Tras una relación secreta, se escapó con él y se instalaron en Italia, donde la salud de la poetisa mejoró.
Murió en 1861.
El poema que os traigo se llama Cuando nuestras dos almas. 
Se trata de un poema cargado de ternura, pero, al mismo tiempo, con mucha fuerza.
Espero que os guste.

Cuando nuestras dos almas se alzan firmes,
cara a cara, silenciosas, dibujando intimidades,
hasta que la extensión de nuestras alas se quiebra,
lacerando cada recodo, quemando cada curva.
Entonces ¿qué amargura de la tierra puede opacarnos
sin que en el otro encontremos eterno consuelo?
Piensa que, escalando alto, los ángeles nos contemplan;
deseando derramar una dorada, una perfecta melodía
sobre nuestro abismal y querido silencio.
Demoremos nuestros pasos por el mundo, amado mío;
huyendo del humor inestable de la humanidad
que aisla cruelmente a los puros espíritus.
Hagamos juntos un sitio donde permanecer de pie,
donde la felicidad de las horas sea amarnos por un día,
rodeados por la Oscuridad como única compañía.


miércoles, 16 de abril de 2014

UNA CARTA DE AMOR DE EDITH WHARTON

Hola a todos.
Muchos conocemos a la gran escritora estadounidense Edith Wharton por ser la autora de La edad de la inocencia, una de mis novelas favoritas, una buena crítica de la hipócrita sociedad estadounidense de finales del siglo XIX.
Se sabe que Edith Wharton mantuvo una relación amorosa con William Morton Fullerton, un periodista y escritor estadounidense. Los dos se conocieron en el año 1906 y la relación duró tres años.
Cuando terminó esta relación, Edith le pidió a William que destruyese todas las cartas que le había escrito. Pero él no le hizo caso y las guardó.
William Morton Fullerton murió en el año 1952, pero las cartas de Edith Wharton no vieron la luz hasta el año 1980. Ocho años después, fueron publicadas y se conocieron los pormenores de la apasionada relación que ambos autores mantuvieron.
Os dejo con un fragmento de una de estas cartas.

Si no puedes entrar en la habitación sin que sienta por todo mi cuerpo una llamarada; y si, siempre que me tocas, un corazón late bajo tu tacto, y si cuando me abrazas, no hablo, es porque en mí todas las palabras parecen haberse convertido en palpitaciones y todos mis pensamientos son una inmensa niebla dorada.