Hola a todos.
Para no hacerme un lío, dado que tengo muchas cosas en mente, hago este anuncio acerca de mi relato Boda por amor.
No es mi intención dejar esta historia a medias.
Sin embargo, debido a los proyectos que tengo en mente, no podré subir tantos fragmentos tan seguidos como me gustaría a mí.
Mi deseo es poder subir los fragmentos todos los viernes. No sé si habrá algún viernes que no pueda hacerlo, pero yo intentaré que sea todos los viernes posibles.
No quiero dejar a medias la historia de amor entre Edward y Susan.
Muchas gracias por todo.
martes, 14 de octubre de 2014
sábado, 11 de octubre de 2014
BODA POR AMOR
Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi relato Boda por amor.
Vamos a conocer las razones por las cuales la relación entre Karen y Susan son un tanto frías. De paso, conoceremos el porqué las dos acompañaron a Melinda en su exilio a la isla de Piel.
Y Edward se dirige también a la isla.
Aquella misma mañana, Edward alquiló una barca que le llevaría hasta la isla de Piel.
-¿Tiene familia en esa isla?-le preguntó el barquero.
Edward había llegado unos días antes a la ciudad de Barrow-in-Furness, donde había descansado tras haber hecho un viaje tan largo. De Londres hasta allí...Pero había pasado los dos últimos años de su vida viviendo en Dublín, ya que su madre era oriunda de aquella ciudad.
Edward había marchado a vivir a Dublín por un único motivo. No podía soportar el saber que su amada lady Susan Bettina Knight-Birdwell iba a casarse con otro hombre. Y aquel otro hombre era su hermano mayor.
Edward había nacido lord Edward James Ellington. Su padre era el duque de Blake. El título de duque debía de heredarlo su hermano mayor, lord Terence. Pero, en aquellos momentos, el título había recaído sobre Edward. Y no sabía qué hacer.
Terence había muerto y Edward sabía que Susan se había ido a vivir a la isla de Piel en compañía de su hermana mayor, Melinda, y de la prima de ambas, Karen.
Susan y Edward habían sido amigos desde que a ambos les alcanzaba la memoria. Habían estado muy unidos.
Al llegar a la adolescencia, Edward empezó a mirar a Susan con otros ojos y descubrió que aquella muchacha era la elegida de su corazón. Deseaba casarse con ella.
Entonces, Susan fue presentada en sociedad. Y, para dolor de Edward, se enteró de que iba a casarse con Terence.
Sentado en la barca, Edward pensó que era irónico porque había heredado el título de duque. Y no quería ese título.
Ni siquiera le deseaba la muerte a Terence. Su hermano mayor se había portado de manera miserable. Lord Derby había hecho lo que debía. Pero a sus padres les había costado demasiado trabajo asimilar lo ocurrido.
Dentro de nada, estaría en Piel. Sus padres no tardarían en reunirse allí con él porque también deseaban escapar de Londres.
Susan estaría en Piel y él no tardaría en ir a verla. Los duques de Blake habían sorprendido a Edward con el anuncio de que pensaban en buscarle una esposa. Ahora, el futuro duque de Blake era él. Tenía que cumplir con su cometido. Y su padre estaba muy cansado.
-Mi familia vendrá a reunirse conmigo en unos días-respondió Edward-Hemos arrendado el castillo.
-¿Van a vivir en el castillo?-se asombró el barquero.
-Digamos que haré realidad mi sueño de vivir en un castillo. Los caballeros viven en un castillo.
Corrían los primeros días del mes de febrero del año 1859.
Hasta donde Edward sabía, Susan tenía veintiún años. La misma edad que tenía él en aquel momento.
Susan se sintió realmente halagada cuando se enteró, al poco tiempo de ser presentada en sociedad, que el apuesto lord Terence Ellington, futuro duque de Blake, estaba interesado en ella. Incluso, se había decidido a pedirle permiso a lord Derby para ir a cortejarla. Permiso que le fue concedido inmediatamente.
Salían a pasear por Hyde Park acompañados por una carabina.
Terence sólo la había besado de manera casta. Rara vez la había besado con más pasión. La besaba en la frente o la besaba en las mejillas. Rara vez la había besado en los labios.
Ignoraba que Karen estaba también interesada en Terence.
Su prometido lo sabía y había sido tan arrogante que había empezado a robarle besos a Karen.
Empezó a hacerle falsas promesas de amor. Y los besos que le daba a escondidas en Green Park se tornaron cada vez más apasionados.
Karen se volvió loca de amor por Terence. Llegó a pensar que él estaba dispuesto a abandonar a su prima Susan para irse con ella. Susan tenía dieciocho años en aquella época. No sabía gran cosa del amor. Pero Karen tenía veintidós años. Y estaba realmente asustada. Podía no llegar a casarse nunca. ¿Y si nunca se casaba?
Melinda, la hermana mayor de Susan, tenía veinticinco años. Karen la notaba extraña.
A pesar de que ya sabía que su prima estaba embarazada, Karen se arrojó en los brazos de Terence la noche en la que éste se arrojó en sus brazos. Correspondió a cada uno de los besos ardientes que Terence le dio.
A la mañana siguiente, estalló la tragedia. La doncella que Karen compartía con sus primas entró en su habitación sin llamar. En aquel momento, Terence se estaba vistiendo y la doncella le reconoció como uno de los pretendientes de Susan. Se decía que pensaba casarse con ella.
La doncella empezó a chillar y sus gritos alertaron a lord Derby. Cuando entró en la habitación de su sobrina, Terence todavía no se había marchado.
El conde no lo dudó. A pesar de lo furioso que estaba porque el futuro duque de Blake había deshonrado a su sobrina, tuvo la sangre fría de desafiarle.
-Exijo una reparación para mi hija y para mi sobrina-afirmó-Escoja a sus padrinos.
Karen recordaba de manera vaga lo que ocurrió los días posteriores. El día del duelo llegó. Fue al día siguiente. Y...
Fue un duelo justo. Terence disparó primero y alcanzó a lord Derby en un hombro. Pero el conde disparó y alcanzó a Terence en el pecho. En el corazón...Terence falleció en el acto. Y aquella misma doncella chismosa volvió a irse de la lengua.
Informó a lady Derby de que Melinda llevaba meses sin manchar sus paños con su menstruación. Salió a la luz que la joven estaba esperando un hijo sin estar casada y se negó a revelar quién era el padre del hijo que esperaba. Fue todo sacado de una pesadilla.
Melinda, Karen y Susan se vieron forzadas a partir en dirección a la isla de Piel. Lugar en el que seguían viviendo recluidas. Prisioneras...
Susan pensó en todo eso mientras permanecía encerrada en su habitación. Contemplaba sentada en el alfeizar de la ventana de su habitación el horizonte. Nunca saldremos de aquí, pensó.
Terence estaba muerto. El pequeño Francis estaba muerto. Pero ellas seguían viviendo allí. A veces, se sentía tentada a preguntarle a Melinda quién la había dejado embarazada. Francis estaba muerto. Podía contarle la verdad. Pero no se atrevía a dar aquel paso.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi relato Boda por amor.
Vamos a conocer las razones por las cuales la relación entre Karen y Susan son un tanto frías. De paso, conoceremos el porqué las dos acompañaron a Melinda en su exilio a la isla de Piel.
Y Edward se dirige también a la isla.
Aquella misma mañana, Edward alquiló una barca que le llevaría hasta la isla de Piel.
-¿Tiene familia en esa isla?-le preguntó el barquero.
Edward había llegado unos días antes a la ciudad de Barrow-in-Furness, donde había descansado tras haber hecho un viaje tan largo. De Londres hasta allí...Pero había pasado los dos últimos años de su vida viviendo en Dublín, ya que su madre era oriunda de aquella ciudad.
Edward había marchado a vivir a Dublín por un único motivo. No podía soportar el saber que su amada lady Susan Bettina Knight-Birdwell iba a casarse con otro hombre. Y aquel otro hombre era su hermano mayor.
Edward había nacido lord Edward James Ellington. Su padre era el duque de Blake. El título de duque debía de heredarlo su hermano mayor, lord Terence. Pero, en aquellos momentos, el título había recaído sobre Edward. Y no sabía qué hacer.
Terence había muerto y Edward sabía que Susan se había ido a vivir a la isla de Piel en compañía de su hermana mayor, Melinda, y de la prima de ambas, Karen.
Susan y Edward habían sido amigos desde que a ambos les alcanzaba la memoria. Habían estado muy unidos.
Al llegar a la adolescencia, Edward empezó a mirar a Susan con otros ojos y descubrió que aquella muchacha era la elegida de su corazón. Deseaba casarse con ella.
Entonces, Susan fue presentada en sociedad. Y, para dolor de Edward, se enteró de que iba a casarse con Terence.
Sentado en la barca, Edward pensó que era irónico porque había heredado el título de duque. Y no quería ese título.
Ni siquiera le deseaba la muerte a Terence. Su hermano mayor se había portado de manera miserable. Lord Derby había hecho lo que debía. Pero a sus padres les había costado demasiado trabajo asimilar lo ocurrido.
Dentro de nada, estaría en Piel. Sus padres no tardarían en reunirse allí con él porque también deseaban escapar de Londres.
Susan estaría en Piel y él no tardaría en ir a verla. Los duques de Blake habían sorprendido a Edward con el anuncio de que pensaban en buscarle una esposa. Ahora, el futuro duque de Blake era él. Tenía que cumplir con su cometido. Y su padre estaba muy cansado.
-Mi familia vendrá a reunirse conmigo en unos días-respondió Edward-Hemos arrendado el castillo.
-¿Van a vivir en el castillo?-se asombró el barquero.
-Digamos que haré realidad mi sueño de vivir en un castillo. Los caballeros viven en un castillo.
Corrían los primeros días del mes de febrero del año 1859.
Hasta donde Edward sabía, Susan tenía veintiún años. La misma edad que tenía él en aquel momento.
Susan se sintió realmente halagada cuando se enteró, al poco tiempo de ser presentada en sociedad, que el apuesto lord Terence Ellington, futuro duque de Blake, estaba interesado en ella. Incluso, se había decidido a pedirle permiso a lord Derby para ir a cortejarla. Permiso que le fue concedido inmediatamente.
Salían a pasear por Hyde Park acompañados por una carabina.
Terence sólo la había besado de manera casta. Rara vez la había besado con más pasión. La besaba en la frente o la besaba en las mejillas. Rara vez la había besado en los labios.
Ignoraba que Karen estaba también interesada en Terence.
Su prometido lo sabía y había sido tan arrogante que había empezado a robarle besos a Karen.
Empezó a hacerle falsas promesas de amor. Y los besos que le daba a escondidas en Green Park se tornaron cada vez más apasionados.
Karen se volvió loca de amor por Terence. Llegó a pensar que él estaba dispuesto a abandonar a su prima Susan para irse con ella. Susan tenía dieciocho años en aquella época. No sabía gran cosa del amor. Pero Karen tenía veintidós años. Y estaba realmente asustada. Podía no llegar a casarse nunca. ¿Y si nunca se casaba?
Melinda, la hermana mayor de Susan, tenía veinticinco años. Karen la notaba extraña.
A pesar de que ya sabía que su prima estaba embarazada, Karen se arrojó en los brazos de Terence la noche en la que éste se arrojó en sus brazos. Correspondió a cada uno de los besos ardientes que Terence le dio.
A la mañana siguiente, estalló la tragedia. La doncella que Karen compartía con sus primas entró en su habitación sin llamar. En aquel momento, Terence se estaba vistiendo y la doncella le reconoció como uno de los pretendientes de Susan. Se decía que pensaba casarse con ella.
La doncella empezó a chillar y sus gritos alertaron a lord Derby. Cuando entró en la habitación de su sobrina, Terence todavía no se había marchado.
El conde no lo dudó. A pesar de lo furioso que estaba porque el futuro duque de Blake había deshonrado a su sobrina, tuvo la sangre fría de desafiarle.
-Exijo una reparación para mi hija y para mi sobrina-afirmó-Escoja a sus padrinos.
Karen recordaba de manera vaga lo que ocurrió los días posteriores. El día del duelo llegó. Fue al día siguiente. Y...
Fue un duelo justo. Terence disparó primero y alcanzó a lord Derby en un hombro. Pero el conde disparó y alcanzó a Terence en el pecho. En el corazón...Terence falleció en el acto. Y aquella misma doncella chismosa volvió a irse de la lengua.
Informó a lady Derby de que Melinda llevaba meses sin manchar sus paños con su menstruación. Salió a la luz que la joven estaba esperando un hijo sin estar casada y se negó a revelar quién era el padre del hijo que esperaba. Fue todo sacado de una pesadilla.
Melinda, Karen y Susan se vieron forzadas a partir en dirección a la isla de Piel. Lugar en el que seguían viviendo recluidas. Prisioneras...
Susan pensó en todo eso mientras permanecía encerrada en su habitación. Contemplaba sentada en el alfeizar de la ventana de su habitación el horizonte. Nunca saldremos de aquí, pensó.
Terence estaba muerto. El pequeño Francis estaba muerto. Pero ellas seguían viviendo allí. A veces, se sentía tentada a preguntarle a Melinda quién la había dejado embarazada. Francis estaba muerto. Podía contarle la verdad. Pero no se atrevía a dar aquel paso.
viernes, 10 de octubre de 2014
BODA POR AMOR
Hola a todos.
Hoy, empiezo a subir y de manera diaria (al menos, ésa es mi intención) mi relato Boda por amor.
Deseo de corazón que os guste y que disfrutéis de él.
-No sé qué estamos haciendo aquí-protestó lady Karen mientras contemplaba las ruinas de un antiguo monasterio-¡El niño ya está muerto! Se supone que podemos regresar a Londres. La gente ya no hablará de nosotras nunca más mal.
Había aceptado salir a dar un paseo con su prima Susan.
-No me apetece regresar a Londres-replicó la joven.
-Todavía hay esperanzas para ti, querida-opinó Karen-De las tres, todavía eres virgen. Mi tío puede buscarte un marido.
-No me apetece casarme.
Lady Susan Knight-Birdwell era la hija menor del conde de Derby.
Su hermana mayor, lady Melinda, había sido exiliada a la isla de Piel. Una isla pequeña en la que vivían pocas personas situada en el condado de Cumbria.
Melinda iba camino de convertirse en una solterona. Había estado en sociedad durante la friolera de ocho temporadas sin aceptar ninguna de las propuestas de matrimonio que le ofrecieron. Karen tuvo que ayudar a su prima cuando ésta se quedó embarazada sin estar casada. Durante los primeros meses de gestación, Melinda pasó el embarazo encerrada en casa. Se lo confió a su prima, la cual aceptó ayudarla, pese a que estaba viviendo su propia historia de amor. Jamás se le ocurrió imaginar que podría acabar como Melinda. En aquel aspecto, Karen tuvo suerte.
Entre las dos, ensancharon la cintura de todos los vestidos de Melinda. De aquel modo, el embarazo pudo pasar desapercibido.
Pero la doncella que compartían Melinda, Susan y Karen informó a lady Derby de que su hija mayor ya no manchaba paños con su menstruación desde hacía cinco meses. Aquella doncella era una auténtica cotilla.
Y, por supuesto, lord Derby no tardó en enterarse. El escándalo que se originó fue memorable.
Susan todavía escuchaba los gritos que profirió aquella aciaga tarde su padre. El interrogatorio al que Melinda fue sometida para averiguar la identidad del padre del hijo que esperaba fue durísimo. Pero Melinda guardó silencio.
Karen se dio cuenta de que estaba sudando. Pero, al mismo tiempo, sentía frío.
Era una sensación de incomodidad familiar la que le embargaba cuando estaba cerca de Susan.
-¿Tú sabes algo acerca de la paternidad de tu sobrino?-quiso saber Karen-Mel nunca me ha contado quién la embarazó. A lo mejor...
-A mí tampoco me ha contado nada-contestó Susan.
Se arrepentía de haber aceptado salir a dar un paseo con su prima.
-De todos modos, Mel tendría que sentirse aliviada-opinó Karen.
-Ha perdido a su único hijo-le recordó Susan, espantada.
-¡Pero ese niño era un incordio para ella! No soy quién para juzgar los designios de Dios. Pero...
-¡Sigue hablando y te abofeteo! Llevo dos años deseando abofetearte. ¡No eres quién para hablar mal de mi hermana!
Pero Susan no quería discutir con su prima.
-Estás todavía furiosa por lo de Terence-observó Karen con amargura-Fue mío. Pero no volverá a ser mío nunca más.
La noticia del embarazo de Melinda se extendió por todo el lujoso barrio de Mayfair, donde vivía el conde de Derby con su familia. El escándalo fue mayúsculo. Melinda, Susan y Karen abandonaron de madrugada el barrio.
Las enviaron a la isla de Piel donde vivía la anciana tía de lord Derby, lady Sarah Jane Knight-Birdwell. Se trataba de una anciana solterona que tenía setenta y cinco años en aquel entonces. Melinda se hizo pasar por viuda. De aquel modo, ofrecía una imagen respetable a los pocos habitantes de la isla. Por supuesto, su tía abuela sabía la verdad.
Era de noche.
De manera clandestina, Melinda dio a luz a su hijo ilegítimo.
Habían pasado dos años desde aquel día.
Se rumoreaba que el padre del hijo de Melinda era uno de los numerosos libertinos que abundaban en Londres. Sin embargo, nadie quería asumir la paternidad de aquel pequeño.
Una vez que tuvo a su hijo en brazos, Melinda se olvidó de todo. Se volcó de lleno en el cuidado de aquel niño. Contó con la ayuda inestimable de su hermana menor, de Susan. Pero su prima Karen parecía vivir ajena a aquel niño.
Melinda colocó la cuna en la que iba a dormir su pequeño junto a su cama. Era ella la que le daba de mamar. La que le sacaba a pasear por la isla. Se sentía orgullosa de él. Por supuesto, su hijo iría a estudiar a Harrow. De allí, pasaría a estudiar a Eton.
El pequeño Francis, como le llamó, era toda su vida.
Y Susan llegó a adorar a aquel pequeño.
Karen estaba furiosa con su tío. Pero sólo Susan conocía los motivos de aquella rabia. Prefería guardar silencio. También ella estaba dolida. Pero estaba dolida con Karen.
Susan no quería pensar en casarse. Por aquel motivo, decidió volcarse en el cuidado de su sobrino Francis.
Entre Melinda y ella, le enseñaron a hablar. El niño balbuceaba sus primeras palabras. Y ellas le escuchaban con arrobo.
Le enseñaron a caminar. Francis empezó a dar sus primeros pasos él solo antes de cumplir su primer año de vida. Y tanto su madre como su tía materna lo celebraron.
Melinda y Susan se tiraban en el suelo para jugar con él. La tía Sarah Jane se quejaba de lo molesto que era aquel niño. Pero tanto Melinda como Susan la ignoraban. Sólo tenían ojos para el pequeño Francis.
La tía Sarah Jane falleció meses después del nacimiento de Francis. Legó su casa a sus tres sobrinas nietas, es decir, a Melinda, a Karen y a Susan. De modo que las tres jóvenes pudieron quedarse allí. Lo agradecieron. Aunque, en su fuero interno, Karen deseaba regresar a Londres.
Sin embargo, la desgracia volvió a cebarse sobre Melinda. Semanas después del primer cumpleaños del pequeño Francis, el niño moría. Un día, despertó con una fiebre muy alta.
El médico hizo todo lo posible por salvarle la vida al niño. Sin embargo, a pesar de todo, Francis fallecía dos días después. Además de la fiebre, el niño sufría vómitos y diarrea. No se pudo hacer nada por salvarle la vida.
Desde que regresó del cementerio de enterrar a su hijo, Melinda estaba en estado catatónico. Casi no hablaba. Casi no comía. Lo único que hacía era llorar.
Había pasado un año desde aquel día.
Hoy, empiezo a subir y de manera diaria (al menos, ésa es mi intención) mi relato Boda por amor.
Deseo de corazón que os guste y que disfrutéis de él.
-No sé qué estamos haciendo aquí-protestó lady Karen mientras contemplaba las ruinas de un antiguo monasterio-¡El niño ya está muerto! Se supone que podemos regresar a Londres. La gente ya no hablará de nosotras nunca más mal.
Había aceptado salir a dar un paseo con su prima Susan.
-No me apetece regresar a Londres-replicó la joven.
-Todavía hay esperanzas para ti, querida-opinó Karen-De las tres, todavía eres virgen. Mi tío puede buscarte un marido.
-No me apetece casarme.
Lady Susan Knight-Birdwell era la hija menor del conde de Derby.
Su hermana mayor, lady Melinda, había sido exiliada a la isla de Piel. Una isla pequeña en la que vivían pocas personas situada en el condado de Cumbria.
Melinda iba camino de convertirse en una solterona. Había estado en sociedad durante la friolera de ocho temporadas sin aceptar ninguna de las propuestas de matrimonio que le ofrecieron. Karen tuvo que ayudar a su prima cuando ésta se quedó embarazada sin estar casada. Durante los primeros meses de gestación, Melinda pasó el embarazo encerrada en casa. Se lo confió a su prima, la cual aceptó ayudarla, pese a que estaba viviendo su propia historia de amor. Jamás se le ocurrió imaginar que podría acabar como Melinda. En aquel aspecto, Karen tuvo suerte.
Entre las dos, ensancharon la cintura de todos los vestidos de Melinda. De aquel modo, el embarazo pudo pasar desapercibido.
Pero la doncella que compartían Melinda, Susan y Karen informó a lady Derby de que su hija mayor ya no manchaba paños con su menstruación desde hacía cinco meses. Aquella doncella era una auténtica cotilla.
Y, por supuesto, lord Derby no tardó en enterarse. El escándalo que se originó fue memorable.
Susan todavía escuchaba los gritos que profirió aquella aciaga tarde su padre. El interrogatorio al que Melinda fue sometida para averiguar la identidad del padre del hijo que esperaba fue durísimo. Pero Melinda guardó silencio.
Karen se dio cuenta de que estaba sudando. Pero, al mismo tiempo, sentía frío.
Era una sensación de incomodidad familiar la que le embargaba cuando estaba cerca de Susan.
-¿Tú sabes algo acerca de la paternidad de tu sobrino?-quiso saber Karen-Mel nunca me ha contado quién la embarazó. A lo mejor...
-A mí tampoco me ha contado nada-contestó Susan.
Se arrepentía de haber aceptado salir a dar un paseo con su prima.
-De todos modos, Mel tendría que sentirse aliviada-opinó Karen.
-Ha perdido a su único hijo-le recordó Susan, espantada.
-¡Pero ese niño era un incordio para ella! No soy quién para juzgar los designios de Dios. Pero...
-¡Sigue hablando y te abofeteo! Llevo dos años deseando abofetearte. ¡No eres quién para hablar mal de mi hermana!
Pero Susan no quería discutir con su prima.
-Estás todavía furiosa por lo de Terence-observó Karen con amargura-Fue mío. Pero no volverá a ser mío nunca más.
La noticia del embarazo de Melinda se extendió por todo el lujoso barrio de Mayfair, donde vivía el conde de Derby con su familia. El escándalo fue mayúsculo. Melinda, Susan y Karen abandonaron de madrugada el barrio.
Las enviaron a la isla de Piel donde vivía la anciana tía de lord Derby, lady Sarah Jane Knight-Birdwell. Se trataba de una anciana solterona que tenía setenta y cinco años en aquel entonces. Melinda se hizo pasar por viuda. De aquel modo, ofrecía una imagen respetable a los pocos habitantes de la isla. Por supuesto, su tía abuela sabía la verdad.
Era de noche.
De manera clandestina, Melinda dio a luz a su hijo ilegítimo.
Habían pasado dos años desde aquel día.
Se rumoreaba que el padre del hijo de Melinda era uno de los numerosos libertinos que abundaban en Londres. Sin embargo, nadie quería asumir la paternidad de aquel pequeño.
Una vez que tuvo a su hijo en brazos, Melinda se olvidó de todo. Se volcó de lleno en el cuidado de aquel niño. Contó con la ayuda inestimable de su hermana menor, de Susan. Pero su prima Karen parecía vivir ajena a aquel niño.
Melinda colocó la cuna en la que iba a dormir su pequeño junto a su cama. Era ella la que le daba de mamar. La que le sacaba a pasear por la isla. Se sentía orgullosa de él. Por supuesto, su hijo iría a estudiar a Harrow. De allí, pasaría a estudiar a Eton.
El pequeño Francis, como le llamó, era toda su vida.
Y Susan llegó a adorar a aquel pequeño.
Karen estaba furiosa con su tío. Pero sólo Susan conocía los motivos de aquella rabia. Prefería guardar silencio. También ella estaba dolida. Pero estaba dolida con Karen.
Susan no quería pensar en casarse. Por aquel motivo, decidió volcarse en el cuidado de su sobrino Francis.
Entre Melinda y ella, le enseñaron a hablar. El niño balbuceaba sus primeras palabras. Y ellas le escuchaban con arrobo.
Le enseñaron a caminar. Francis empezó a dar sus primeros pasos él solo antes de cumplir su primer año de vida. Y tanto su madre como su tía materna lo celebraron.
Melinda y Susan se tiraban en el suelo para jugar con él. La tía Sarah Jane se quejaba de lo molesto que era aquel niño. Pero tanto Melinda como Susan la ignoraban. Sólo tenían ojos para el pequeño Francis.
La tía Sarah Jane falleció meses después del nacimiento de Francis. Legó su casa a sus tres sobrinas nietas, es decir, a Melinda, a Karen y a Susan. De modo que las tres jóvenes pudieron quedarse allí. Lo agradecieron. Aunque, en su fuero interno, Karen deseaba regresar a Londres.
Sin embargo, la desgracia volvió a cebarse sobre Melinda. Semanas después del primer cumpleaños del pequeño Francis, el niño moría. Un día, despertó con una fiebre muy alta.
El médico hizo todo lo posible por salvarle la vida al niño. Sin embargo, a pesar de todo, Francis fallecía dos días después. Además de la fiebre, el niño sufría vómitos y diarrea. No se pudo hacer nada por salvarle la vida.
Desde que regresó del cementerio de enterrar a su hijo, Melinda estaba en estado catatónico. Casi no hablaba. Casi no comía. Lo único que hacía era llorar.
Había pasado un año desde aquel día.
jueves, 9 de octubre de 2014
ISLA DE PIEL
Hola a todos.
Hoy, os quiero enseñar una foto de un bonito lugar que se encuentra en Inglaterra.
Se trata de la isla de Piel.
Y es verdad que este lugar existe.
Boda por amor, el relato que verá la luz en este blog, transcurre en esta isla.
La isla pertenece a la ciudad de Barrow-in-Furness, en el condado de Cumbria.
Podéis encontrar los restos de un castillo y de un monasterio medieval. También se sabe que hubo una posada en el siglo XIX.
La isla está habitada por poquísimas personas y existe un ferry que lleva hasta allí a turistas. Se ha convertido en un refugio para las aves marinas.
En la época en la que transcurre Boda por amor, la protagonista, Susan, vive en la isla en una especie de exilio impuesto a su hermana mayor, pero al que ella y su prima deben de acompañar hasta que los padres acuden a reunirse con ellas.
Es el lugar adecuado para que alguien pueda refugiarse de todo. Como una forma de estar oculto. Pero nadie está oculto mucho tiempo. Ni siquiera se pueden esconder los sentimientos.
Y eso es algo que Susan descubre a lo largo de este relato.
Hoy, os quiero enseñar una foto de un bonito lugar que se encuentra en Inglaterra.
Se trata de la isla de Piel.
Y es verdad que este lugar existe.
Boda por amor, el relato que verá la luz en este blog, transcurre en esta isla.
La isla pertenece a la ciudad de Barrow-in-Furness, en el condado de Cumbria.
Podéis encontrar los restos de un castillo y de un monasterio medieval. También se sabe que hubo una posada en el siglo XIX.
La isla está habitada por poquísimas personas y existe un ferry que lleva hasta allí a turistas. Se ha convertido en un refugio para las aves marinas.
En la época en la que transcurre Boda por amor, la protagonista, Susan, vive en la isla en una especie de exilio impuesto a su hermana mayor, pero al que ella y su prima deben de acompañar hasta que los padres acuden a reunirse con ellas.
Es el lugar adecuado para que alguien pueda refugiarse de todo. Como una forma de estar oculto. Pero nadie está oculto mucho tiempo. Ni siquiera se pueden esconder los sentimientos.
Y eso es algo que Susan descubre a lo largo de este relato.
miércoles, 8 de octubre de 2014
NUEVA HISTORIA TERMINADA EN ESTE BLOG
Hola a todos.
¡Ni me acordaba de cuándo fue la última vez que entré en este blog!
Pero he decidido que sea precisamente aquí donde vea la luz una de mis historias.
La he terminado hace unos pocos días. La empecé y la dejé cuando sólo iba por media hoja. Sin embargo, hace cosa de una semana que me decidí a terminarla.
Me ha quedado un relato corto y sencillo, pero, al mismo tiempo, muy bonito.
Se titula Boda por amor. Y cuenta una historia de amor.
Nos trasladamos hasta la isla inglesa de Piel a mediados del siglo XIX.
Allí, vive la joven Susan, miembro de la nobleza rural. Está perdidamente enamorada del apuesto Terence, con el que ha vivido un corto romance. Terence fallece de manera vergonzosa y Susan actúa como si fuese su viuda. El padre de la joven anuncia, para horror de ésta, el compromiso con el hermano menor de Terence y que fue amigo de Susan en su niñez, Edward. Éste siempre ha estado enamorado de Susan, pero, sabedor de lo que ella sentía por su hermano mayor, se ha mantenido en un segundo plano. Hasta ahora...
¿Podrá Edward ganarse el corazón de Susan?
Todos los días, a partir de mañana, y siempre que pueda, subiré un trocito de esta bonita historia de amor.
Deseo de corazón que disfrutéis leyéndola.
¡Ni me acordaba de cuándo fue la última vez que entré en este blog!
Pero he decidido que sea precisamente aquí donde vea la luz una de mis historias.
La he terminado hace unos pocos días. La empecé y la dejé cuando sólo iba por media hoja. Sin embargo, hace cosa de una semana que me decidí a terminarla.
Me ha quedado un relato corto y sencillo, pero, al mismo tiempo, muy bonito.
Se titula Boda por amor. Y cuenta una historia de amor.
Nos trasladamos hasta la isla inglesa de Piel a mediados del siglo XIX.
Allí, vive la joven Susan, miembro de la nobleza rural. Está perdidamente enamorada del apuesto Terence, con el que ha vivido un corto romance. Terence fallece de manera vergonzosa y Susan actúa como si fuese su viuda. El padre de la joven anuncia, para horror de ésta, el compromiso con el hermano menor de Terence y que fue amigo de Susan en su niñez, Edward. Éste siempre ha estado enamorado de Susan, pero, sabedor de lo que ella sentía por su hermano mayor, se ha mantenido en un segundo plano. Hasta ahora...
¿Podrá Edward ganarse el corazón de Susan?
Todos los días, a partir de mañana, y siempre que pueda, subiré un trocito de esta bonita historia de amor.
Deseo de corazón que disfrutéis leyéndola.
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