martes, 20 de octubre de 2015

ESCENA ELIMINADA DE MI NOVELA "AQUELLO QUE DUELE"

Hola a todos.
Aquí os traigo una escena eliminada de mi novela Aquello que duele. 
La quité porque consideré que estaba de relleno, pero no he querido descartarla del todo.
Por eso, aquí la traigo para compartirla con vosotros.
Espero que os guste.

                                  Cuando conoció a Alexander, Emma descubrió un lado oscuro de su personalidad. Nunca se había considerado como una joven coqueta. Hasta que le conoció.
                                  Fue a los grandes almacenes. La megafonía estaba encendida. Se hablaba de rebajas. En ropa de mujer...En ropa de hombre...En perfumes...Emma subió en las escaleras mecánicas hasta la segunda planta. Allí estaba la sección de ropa. De pronto, toda la ropa que tenía le parecía que era espantosa. Estaba como pasada de moda. ¡Y eso que le gustaba vestir a la moda! Había revolucionado a los vecinos de su barrio en Baltimore por vestir pantalones. ¿Cómo se le ocurría a una mujer ponerse pantalones?
                             Alexander era un caballero chapado a la antigua, de los que besan las manos de las mujeres que conocen.
                            Emma lo había descubierto.
                            Fue a ver vestidos. Estaba entusiasmada. Iba a llamar la atención de Alexander. Lo iba a conquistar. Él se había fijado en ella.
                             Tenía ganas de reír. De bailar. De gritar de júbilo.
-Buenas tardes, señorita-la saludó una dependienta-¿Desea usted algo?
-Vengo a ver ropa-contestó Emma.
-Hemos traído ropa nueva. Vestidos de noche...Blusas...¡Y todo a muy buen precio! Sígame.
                               Emma obedeció. Pensaba en Alexander.
                               Iba a gastarse una gran suma de dinero aquel día en comprarse ropa nueva, pero no le importaba.
                               La dependienta le enseñó de todo. Pantalones, incluso. Emma estaba maravillada. No sabía por qué ropa decantarse. ¡Toda le gustaba!
                                Había visto en el cine (en las películas más bien) a chicas que eran atrevidas con los chicos. Algunas mujeres que Emma había conocido en Londres estaban horrorizadas.
-Está mal visto que una mujer se le insinúe a un hombre-le explicó Arabella, mientras estaban en el cine-Se cree que la mujer que hace eso es una cualquiera.
-¿Y tú qué piensas?-quiso saber Emma.
-Yo no sé qué pensar.
                              Emma decidió probarse un par de pantalones. Se miró en el espejo. Dio un gritito. ¡Cielo Santo!
                              No se reconocía. ¡Parecía otra! Ahora, le gustaré a Alexander, pensó.
                              Decidió comprarse los pantalones. Siguió mirando ropa porque tenía que estar guapa. ¡Iba a ver a Alexander!
                               Ya la había besado en los labios.
                               Vio una falda con volantes.
-¿Cuánto cuesta?-le preguntó a la dependienta.
-Unas 20 libras-respondió la dependienta-Ya ve que está de oferta.
-¡Es preciosa!
-Y barata...
-Ya...Las rebajas...



-Pues funcionan. Vienen muchas clientas por las rebajas.
-¡No lo dudo!
                             La falda era preciosa. Había visto a muchas chicas vistiendo faldas con volantes. Pero ella no había tenido ninguna falda por el estilo. Se sentía igual que su prima Arabella. Como una debutante...
-Quiero probármela-dijo.
-Adelante...-la invitó la dependienta-Pruébesela. Le sentará como un guante. Es muy guapa.
                               Emma volvió a meterse en el probador.
                               Se probó la falda. Se miró en el espejo. Dio una vuelta sobre sí misma.
-¡Espera a que Alexander me va!-pensó Emma. Estaba loca de contento-No me va a reconocer. Parecerá que soy otra mujer. ¡Dios! ¡Lo amo tanto! ¡Tanto! ¡Es mi vida!
                            Alisó la falda. Se la iba a comprar. Lo había decidido.
                            Una orgía de compras era algo que Emma nunca hecho. Lo consideraba como algo frívolo. No entendía el porqué Arabella la arrastraba a los grandes almacenes. Se había aburrido de manera mortal cuando iba de compras con ella. Arabella compraba muy poco. Pasaba el tiempo mirando vestidos. O probándoselos.
                           Adquirió varios pantalones y varias faldas con volantes. También compró varios vestidos de noche.
                            Uno de aquellos vestidos era de color negro. No tenía tirantes. El vestido tenía un escote palabra de honor.
-Me recuerda usted a alguien-comentó la dependienta cuando la vio probarse aquel vestido.
-¿A quién me parezco?-quiso saber Emma, curiosa.
-Se parece a Gilda.
-¿Lo dice en serio?
                           Se compró varias blusas de color rosa. Y siguió comprando ropa.
                           Dudó entre comprarse o no comprarse un sombrero. ¿Y guantes? Tenía un par de guantes. Eran de color blanco. Preciosos...Le servirían.
                           Pagó.
                           Le costó la compra unas 1.000 libras. Pagó al contado.
                          Cuando volvió a casa, sus tíos no estaban. Ella vino tan cargada que el mayordomo que le abrió la puerta se quedó atónito al verla. Emma no podía con tanta bolsas. No se la veía.
                           Como pudo, llegó a su habitación.
-¿Es que has arrasado con todos los grandes almacenes de la ciudad?-le preguntó Arabella, entrando en su cuarto.
-Vengo de comprar algunas cosas-respondió Emma.
-De arrasar con todo, mejor dicho. No te reconozco, prima. Parece que estás tratando de impresionar a alguien derrochando un dineral en ropa.

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