miércoles, 28 de octubre de 2015

FRAGMENTO DE "RECUERDOS PRESTADOS"

Hola a todos.
Aquí os traigo un fragmento de la novela Recuerdos prestados, de la autora irlandesa Cecelia Ahern, famosa por la preciosa novela (y su preciosa adaptación al cine) Posdata: Te quiero. 
Cecelia nos cuenta una historia de amor en esta novela. Pero no sólo nos cuenta la tópica y típica historia de amor entre dos personas que se conocen y se enamoran. ¡No!
Habla de personas. Habla de sentimientos. Habla de amistad. Habla de personas normales y corrientes que sufren y lo pasan mal. Pero también sacan fuerzas de algún sitio para salir adelante.
Joyce, la protagonista, es una mujer casada que está embarazada. Sin embargo, pierde el bebé que esperaba en un accidente y el aborto le ocasiona una hemorragia que está a punto de matarla. Justin es un hombre divorciado y padre de una hija que sólo busca tontear un poco con una doctora. Ésta le convence para que done sangre y él acepta pensando en tener una aventura con ella. La sangre que dona Justin la recibe Joyce. Cuando la mujer se recupera, se enfrenta a que su matrimonio es un fracaso. Se divorcia de su marido y se va a vivir con su padre. Una noche, Justin y Joyce se conocen. Desde que recibió la transfusión, Joyce ha desarrollado un gusto por el arte hasta entonces desconocido (Justin es profesor de Historia del Arte en la Universidad). También empieza a tener sueños y recuerdos relacionados con su donante.
Él se siente atraído por ella, no sólo porque sea la mujer que recibió su sangre. Es algo más. Es una historia dramática, pero, al mismo tiempo, llena de esperanza. Una historia donde todos los personajes desprenden humanidad por todos los poros. Es una historia moderna y actual que transcurre en la Irlanda de hoy en día.
Pero también es una historia donde todos los personajes, tanto la pareja protagonista como los secundarios tienen algo que decir.
Cada personaje tiene su propio drama. Su propia tragedia cotidiana...Y ello les convierte en seres reales. Como nosotros...
Aquí os dejo con un precioso fragmento de esta maravillosa novela:

Las lágrimas me resbalan de los ojos y me bajan por las mejillas hinchadas, que me duelen de tanto reír, y las aprieto con las manos para parar. Se me ocurre pensar en lo cercanas que están la alegría y la pena. Tan estrechamente ligadas, separadas por una línea muy fina, una divisoria como un hilo que en medio de las emociones tiembla, desdibujando el lindero entre territorios opuestos. El movimiento es minúsculo, como el de un hilo de telaraña que cimbrea por una gota de lluvia. Ahora mismo, en este momento de imparable risa que me hace daño en las mejillas y el vientre, revoleándome en la cama, con un nudo en el estómago y los músculos tensos, mi cuerpo se convulsiona y por consiguiente traspasa aunque sea un poco la frontera de la tristeza. Lágrimas de tristeza me corren por las mejillas mientras la barriga sigue convulsionándose y doliéndome de felicidad.
Pienso en Conor y yo; qué rápido se borra un instante de amor para dar pie a un instante de odio. Basta con un comentario para que todo cambie en el acto. Pienso en cómo el amor y la guerra se sostienen sobre los mismos cimientos. En cómo los momentos más oscuros, los momentos de más miedo, se convierten en los de más valentía si me enfrento a ellos. Cuando te sientes más débil que nunca terminas demostrando más fuerza, cuando estás en lo más bajo de repente subes más alto de lo que jamás has estado. Esos opuestos son colindantes y es muy fácil alterarlos. La desesperación puede alterarse por una simple sonrisa de un desconocido; la confianza puede convertirse en miedo por la llegada de una presencia molesta. 

 Portada de Recuerdos Prestados, de Cecelia Ahern. 

domingo, 25 de octubre de 2015

VIEJAS PELÍCULAS

Hola a todos.
Estoy bastante contenta por los descubrimientos que estoy haciendo mientras navego por Internet. Me meto en Youtube.
Y he descubierto fragmentos de películas antiguas. Es algo muy emocionante. Puedes viajar al pasado sin menearte de la pantalla de tu ordenador. Puedes ver cómo era el cine hace un siglo. Cómo eran los efectos especiales. Cierto que son efectos especiales muy caseros. Pero hay algo en ellos que resulta mágico. Son más reales que los efectos por ordenador que se suelen ver a fecha de hoy.
Al menos, eso es lo que pienso.

Os dejo con un fragmento de Alicia en el País de las Maravillas. 
Esta película data del año ¡1903!
Es la primera adaptación que se hizo de la popular novela de Lewis Carroll. Es muy emocionante verla. ¡Cine de hace 112 años!

jueves, 22 de octubre de 2015

FRAGMENTO DE "DE AMOR Y OTROS DEMONIOS"

Hola a todos.
Hoy, he querido rendir un homenaje muy particular al gran escritor Gabriel García Márquez.
Aquí os traigo un fragmento de una de sus novelas más intensas. Es una novela más bien cortita, pero en la que las emociones bullen a flor de piel.
Se trata de De amor y otros demonios. 
Una novela que nos permite conocer cómo era la vida en la Colombia del siglo XVIII.

Por orden de Dominga de Adviento las esclavas más jóvenes le pintaban la cara con negro de humo le colgaron collares de santería sobre el escapulario del bautismo y le cuidaban la cabellera que nunca le cortaron y que le habría estorbado para caminar de no ser por las trenzas de muchas vueltas que le hacían a diario.



Dibujo realizado a partir de la descripción de la protagonista de la novela, Sierva María de Todos los Ángeles. 

martes, 20 de octubre de 2015

ESCENA ELIMINADA DE MI NOVELA "AQUELLO QUE DUELE"

Hola a todos.
Aquí os traigo una escena eliminada de mi novela Aquello que duele. 
La quité porque consideré que estaba de relleno, pero no he querido descartarla del todo.
Por eso, aquí la traigo para compartirla con vosotros.
Espero que os guste.

                                  Cuando conoció a Alexander, Emma descubrió un lado oscuro de su personalidad. Nunca se había considerado como una joven coqueta. Hasta que le conoció.
                                  Fue a los grandes almacenes. La megafonía estaba encendida. Se hablaba de rebajas. En ropa de mujer...En ropa de hombre...En perfumes...Emma subió en las escaleras mecánicas hasta la segunda planta. Allí estaba la sección de ropa. De pronto, toda la ropa que tenía le parecía que era espantosa. Estaba como pasada de moda. ¡Y eso que le gustaba vestir a la moda! Había revolucionado a los vecinos de su barrio en Baltimore por vestir pantalones. ¿Cómo se le ocurría a una mujer ponerse pantalones?
                             Alexander era un caballero chapado a la antigua, de los que besan las manos de las mujeres que conocen.
                            Emma lo había descubierto.
                            Fue a ver vestidos. Estaba entusiasmada. Iba a llamar la atención de Alexander. Lo iba a conquistar. Él se había fijado en ella.
                             Tenía ganas de reír. De bailar. De gritar de júbilo.
-Buenas tardes, señorita-la saludó una dependienta-¿Desea usted algo?
-Vengo a ver ropa-contestó Emma.
-Hemos traído ropa nueva. Vestidos de noche...Blusas...¡Y todo a muy buen precio! Sígame.
                               Emma obedeció. Pensaba en Alexander.
                               Iba a gastarse una gran suma de dinero aquel día en comprarse ropa nueva, pero no le importaba.
                               La dependienta le enseñó de todo. Pantalones, incluso. Emma estaba maravillada. No sabía por qué ropa decantarse. ¡Toda le gustaba!
                                Había visto en el cine (en las películas más bien) a chicas que eran atrevidas con los chicos. Algunas mujeres que Emma había conocido en Londres estaban horrorizadas.
-Está mal visto que una mujer se le insinúe a un hombre-le explicó Arabella, mientras estaban en el cine-Se cree que la mujer que hace eso es una cualquiera.
-¿Y tú qué piensas?-quiso saber Emma.
-Yo no sé qué pensar.
                              Emma decidió probarse un par de pantalones. Se miró en el espejo. Dio un gritito. ¡Cielo Santo!
                              No se reconocía. ¡Parecía otra! Ahora, le gustaré a Alexander, pensó.
                              Decidió comprarse los pantalones. Siguió mirando ropa porque tenía que estar guapa. ¡Iba a ver a Alexander!
                               Ya la había besado en los labios.
                               Vio una falda con volantes.
-¿Cuánto cuesta?-le preguntó a la dependienta.
-Unas 20 libras-respondió la dependienta-Ya ve que está de oferta.
-¡Es preciosa!
-Y barata...
-Ya...Las rebajas...



-Pues funcionan. Vienen muchas clientas por las rebajas.
-¡No lo dudo!
                             La falda era preciosa. Había visto a muchas chicas vistiendo faldas con volantes. Pero ella no había tenido ninguna falda por el estilo. Se sentía igual que su prima Arabella. Como una debutante...
-Quiero probármela-dijo.
-Adelante...-la invitó la dependienta-Pruébesela. Le sentará como un guante. Es muy guapa.
                               Emma volvió a meterse en el probador.
                               Se probó la falda. Se miró en el espejo. Dio una vuelta sobre sí misma.
-¡Espera a que Alexander me va!-pensó Emma. Estaba loca de contento-No me va a reconocer. Parecerá que soy otra mujer. ¡Dios! ¡Lo amo tanto! ¡Tanto! ¡Es mi vida!
                            Alisó la falda. Se la iba a comprar. Lo había decidido.
                            Una orgía de compras era algo que Emma nunca hecho. Lo consideraba como algo frívolo. No entendía el porqué Arabella la arrastraba a los grandes almacenes. Se había aburrido de manera mortal cuando iba de compras con ella. Arabella compraba muy poco. Pasaba el tiempo mirando vestidos. O probándoselos.
                           Adquirió varios pantalones y varias faldas con volantes. También compró varios vestidos de noche.
                            Uno de aquellos vestidos era de color negro. No tenía tirantes. El vestido tenía un escote palabra de honor.
-Me recuerda usted a alguien-comentó la dependienta cuando la vio probarse aquel vestido.
-¿A quién me parezco?-quiso saber Emma, curiosa.
-Se parece a Gilda.
-¿Lo dice en serio?
                           Se compró varias blusas de color rosa. Y siguió comprando ropa.
                           Dudó entre comprarse o no comprarse un sombrero. ¿Y guantes? Tenía un par de guantes. Eran de color blanco. Preciosos...Le servirían.
                           Pagó.
                           Le costó la compra unas 1.000 libras. Pagó al contado.
                          Cuando volvió a casa, sus tíos no estaban. Ella vino tan cargada que el mayordomo que le abrió la puerta se quedó atónito al verla. Emma no podía con tanta bolsas. No se la veía.
                           Como pudo, llegó a su habitación.
-¿Es que has arrasado con todos los grandes almacenes de la ciudad?-le preguntó Arabella, entrando en su cuarto.
-Vengo de comprar algunas cosas-respondió Emma.
-De arrasar con todo, mejor dicho. No te reconozco, prima. Parece que estás tratando de impresionar a alguien derrochando un dineral en ropa.

miércoles, 7 de octubre de 2015

FRAGMENTO DE "LA CASA DE LA ALEGRÍA

Hola a todos.
Aquí os traigo un fragmento de una de las novelas más famosas de la gran escritora Edith Wharton.
Se trata de La casa de la alegría. 
Con su estilo sobrio y delicado, Edith Wharton nos describe cómo era la sociedad neoyorquina de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX.
Sin embargo, a pesar de su prosa sobria y delicada, Edith Wharton no escatima en describirnos la crueldad y la doble moral de sus integrantes.
En esta ocasión, la sociedad neoyorquina se ceba con la joven Lily. Lily es una joven de buena familia, muy bella, que ha sido criada para hacer un buen matrimonio y para brillar en la alta sociedad. Pero su familia se arruina. Los sueños y la inocencia de Lily se hacen añicos. Deberá renunciar a todos sus sueños de hacer un matrimonio por amor y luchar por sobrevivir. En esta lucha, no encontrará ningún apoyo y sólo verá como todo el mundo le da la espalda.

                          "Selden se detuvo, sorprendido. En la aglomeración vespertina de Estación Grand Central, sus ojos acababan de recrearse con la aparición de la señorita Lily Bart.
                           Era un lunes a principios de septiembre y volvía a su trabajo después de una apresurada visita al campo, pero ¿qué hacía la señorita Bart en la ciudad en aquella estación? Si la hubiera visto subir a un tren, podría haber deducido que se trasladaba de una a otra de las mansiones campestres que se disputaban su presencia al término de la temporada de Newport; pero su actitud vacilante le dejó perplejo".