Debe de ser éste el único de mis blogs en el que no he subido ninguna de mis historias.
Eso va a cambiar.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este one shot que he hecho de la novela Olivia y Jai.
Confieso que esta novela me ha marcado y que me gusta releerla de vez en cuando.
Este one shot está más centrado en la figura de un personaje controvertido de la historia: lady Stella Templewood, la madre de sir Joshua y abuela de Estelle y de Jai.
Lady Stella no aparece directamente, pero sí es mencionada y aparece en varios recuerdos de los personajes. Es definida como una mujer fría y muy déspota, preocupada por el hecho de que su hijo haya engendrado un bastardo mestizo. Le preocupa más el qué dirán que nada en el mundo.
En este one shot, hay algunos cambios. Me imagino una historia de amor imposible entre lady Stella y uno de sus sirvientes hindúes. También hago un cambio en la edad de sir Joshua. En la novela, se nos indica que nació en 1791. He querido que este relato transcurriera en 1810, pero teniendo sir Joshua catorce años. Otro cambio es que he querido que transcurriera en la isla de Willingdon, una isla que se encuentra en el estado de Kerala.
Vamos a ver lo que pasa.
Y espero que os guste.
MI FIEL COMPAÑERO
ISLA WILLINGDON, KOCHI, ESTADO DE KERALA, EN LA INDIA, 1810
Lady Stella Templewood releyó la carta que acababa de terminar de escribir. Se la dirigía a su hijo Joshua. Tenía ya catorce años.
Desde la muerte de su esposo, Stella vivía sola en aquella isla. Sólo tenía la compañía de sus criados. De vez en cuando, alguna de sus amigas iba a visitarla. Pero no era lo mismo. Cierto era que no había sentido nunca nada cuando su marido la besaba. Pero había estado casada con él. Y le había dado a su querido Joshua.
Su sirviente Achindra entró en el despacho de Stella. La mujer estaba terminando de meter la carta dentro del sobre. Echaba de menos a Joshua. Pero el chico debía de terminar sus estudios en Harrow. Al año siguiente, empezaría a estudiar en Eton.
-Necesito que vayas al puerto lo antes posible-le pidió a Achindra-Pero quiero que eches esta carta en el barco del correo.
-Así lo haré, mensahib-le aseguró Achindra.
-Tengo otras muchas cartas que entregarte. Son para el señorito Joshua. No quiero que mi hijo se queje de que me he olvidado de él.
-No se preocupe, mensahib.
-Eres muy amable, Achindra. Te lo agradezco.
-No tiene que agradecerme nada, mensahib.
Stella abrió el cajón. Sacó un enorme fajo de cartas que estaban atadas con un hilo. Se las tendió a Achindra. Todas aquellas cartas estaban dirigidas a Joshua. Achindra tomó el fajo así como el dineor que le dio Stella. Salió a toda prisa del despacho.
En tiempos, el marido de Stella había ocupado aquel despacho.
A veces, Stella tocaba el piano para nadie en concreto.
De algún modo, pasaba sus horas de soledad.
Intentaba ser amable con la servidumbre. Pero no se atrevía a entablar una relación de amistad con ellos. Aún estando algo alejada de la colonia inglesa, Stella le tenía un terror terrible a protagonizar un escándalo.
Achindra permanecía en un rincón del salón mientras escuchaba a Stella tocar el piano.
Hacía dos años que había llegado a la mansión de los Templewood. Por aquel entonces, el marido de Stella estaba muy enfermo.
Pensaba que la mensahib inglesa era amable en el trato. Pero también había un poso de tristeza en su mirada.
Era ya de noche.
Stella estaba acostada en el sofá leyendo una novela. La chimenea estaba encendida.
Unas mantas tapaban las piernas de Stella. A veces, le asaltaban recuerdos de su vida íntima con su marido. No sentía gran cosa cuando su marido la estrechaba entre sus brazos. Cuando la besaba. O cuando acariciaba su cuerpo por debajo de su camisón.
Achindra entró en el salón.
Encontró a Stella ocupada leyendo.
Al percatarse de que no estaba sola, alzó la mirada. Le dedicó una cordial sonrisa a Achindra.
Aquel hombre callado y solitario se desvivía por ayudarla. Y ella le tenía un gran aprecio. Le estaba muy agradecida por toda la ayuda que le prestaba.
-Venía a decirle que me retiro a descansar, mensahib-le informó Achindra-Buenas noches...
El criado se retiró. Stella volvió a su lectura. Pero le costó trabajo centrarse en lo que estaba leyendo.
Achindra se volvió. Recorrió con la mirada el rostro de Stella. Su figura...Seguía siendo una mujer hermosa, pese a que tenía treinta y dos años.
Llevaba suelto su cabello de color oscuro. Y sus ojos eran del color gris más intenso que Achindra jamás había visto.
Se acercó a ella. Sabía que lo que sentía por aquella mujer era una locura.
Pero sabía perfectamente qué era lo que sentía realmente por lady Stella Templewood. Estaba enamorado de ella.
Lo tenía todo en contra. Lady Stella era la dueña de la casa. Una inglesa rica y blanca...Y él era un simple criado. Era hindú.
Vivían algo alejados de la colonia inglesa de Kochi. Pero estaba convencido de que el escándalo llegaría hasta allí. Lady Stella nunca lo soportaría.
La mujer se percató de que Achindra no se había retirado. Su corazón comenzó a latir muy deprisa.
El criado se sentó en el sofá, a su lado. Stella encogió las piernas. No sabía lo que quería decirle Achindra.
-¿Ocurre algo?-inquirió.
-Necesito hablar con usted, mensahib-contestó Achindra-Después, puede echarme de su casa.
-¿Ha pasado algo?
-No sé por dónde empezar.
Los labios de Achindra se pegaron a los de
Stella. Fue un beso ardiente y apasionado, pero también dulce y tierno, y
sobre todo largo, muy largo. Cuando finalmente Achindra logró apartar su boca
de la de Stella, la joven estaba ruborizada por la evidente explosión de los
sentimientos de su sirviente. Habló mediante gestos. Mediante lo que sentía por aquella mujer.
Estaban cerca, muy
cerca. Achindra la rodeó con sus brazos, se inclinó hacia ella y la besó. La
estrechó contra su cuerpo, besándola con la boca abierta, acariciando con sus
labios los otros labios. Fue un beso largo y apasionado, lleno de ternura, pero
también de pasión, como si fuera el último beso que se daban. Achindra nunca
creyó que besar a una mujer fuera así. Le gustaba tener a Stella entre sus
brazos, deseaba tenerla así siempre. Ese pensamiento hizo que la besara con más
ardor que antes.Acabaron acostados en el sofá.
Achindra recordó el sabor de los labios de Stella, un sabor dulce como la miel recién elaborada o como alguna de las tartas que solía hacer su madre. Pero nada era tan dulce como los besos de Stella.
En opinión de Stella, Achindra besaba muy bien. Divinamente, había dicho en más de una ocasión. El hombre acarició con sus dedos los cabellos de Stella. Los dedos masculinos descendieron por el rostro de la mujer y le puso la mano en la boca. Luego, la tomó entre sus brazos delgados y la atrajo hacia él.
Ella se dio
cuenta de que el hombre esperaba que dijera algo acerca de lo que estaba
sucediendo entre ellos y pensó:
-¿Qué debo de expresar en estos casos? Mi institutriz diría que
debería de abofetearlo, pero no es la primera vez que me besa así. ¡Qué bien
besa Achindra! Me siento a gusto entre sus brazos. Es como si quisiera devorar mis labios con los
suyos, pero también me besa con suavidad. Me gusta como me besa. ¡Adoro sus besos!
Dice que mi boca sabe a miel, lo mismo que la suya. ¡Qué sabor más rico y más
delicioso!
Sólo la había besado su marido.
-Lo siento mucho-se excusó Achindra.
-Cuando dos personas están solas, nacen sentimientos entre ellas-admitió Stella-Nacen sentimientos muy fuertes. Y esos sentimientos están por encima de todo.
-Tengo la sensación de que la haré sufrir. La gente hablará de usted.
-No me importará.
Stella llevaba puesto su camisón. La ropa de Achindra acabó esparcida por el salón.
Empezó a besarla en el cuello.
Al tiempo que Achindra la abrazaba, la besó
apasionadamente. Stella abrió la boca para permitir la entrada de su lengua.
Era un beso hambriento, pero también dulce. Las manos de Achindra recorrieron todo su cuerpo por debajo del camisón.
Creyó que el aire se escaparía de sus pulmones
cuando el joven comenzó a lamer, en un gesto sensual, su cuello.
Lo estaba viendo desnudo. Nunca había visto desnudo a su marido. Recorrió con sus manos el cuerpo de aquel hombre. Llegó a besarle en el cuello, saboreándole.
Se atrevió a morderle una tetilla.
Stella amoldó su boca a la del joven,
abriéndola para él, permitiendo la fuerte entrada de su lengua. Las manos de
Achindra se deslizaban por su piel produciéndole violentos temblores. Stella acarició con sus manos la espalda de
Achindra. La mano atrevida del hombre se introdujo por debajo del camisón de
ella y le acarició un pecho. En su atrevimiento, Achindra llegó a frotar el
pulgar contra el pezón. Era una loca, una inconsciente por desear que
Achindra siguiera acariciándola así. Las manos del hombre volvieron a su
espalda y se deslizaron ahora por su trasero, aferrándolo con fuerza y
atrayéndolo hacia su cuerpo excitado.
-Es una locura-afirmó Stella, casi sin aliento.
Había algo que la atraía directamente hacia
los brazos de Achindra y no sabía lo que era.
Le bajó un poco las mangas del camisón para llenar de besos sus hombros.
- Me encuentro bien,
Achindra- le dijo Stella en un susurro- No estoy molesta contigo, cariño. Es
que... es la primera vez que un hombre me... toca como me has tocado tú... Achindra- susurró
Stella- Mi bienamado...
- No tengas miedo de mí, amada mía- le suplicó
Alexander, una súplica desesperada- Nunca te haría daño. Lo sabes, ¿verdad?
Preferiría matarme antes de tocar tu piel para hacerle daño.
El contacto de Achindra la enloquecía de
placer.
El hombre llenó de besos cada porción de la piel de Stella. Ella no sabía qué pensar. No pensó en el escándalo. No pensó en nada.
Sentía sus manos acariciándola por todas partes, queriendo conocerla por completo.
Achindra no pudo ni quiso contener su imperiosa necesidad de abrir
las piernas de Stella y entrar en ella, de hacerla suya y entrar
en ella una y otra vez.
Un rato después...Todo había acabado.
Él la abrazó con fuerte, estrechándola contra
su pecho, acariciando con sus labios la piel del rostro femenino.
FIN
Uy que lindo relato, te mando un abrazo y te me cuidas
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