martes, 10 de febrero de 2015

FRAGMENTO DE "HISTORIA DE DOS HERMANAS"

Hola a todos.
Se me ha ocurrido colgar en este blog un fragmento de mi novela Historia de dos hermanas. 
Este fragmento corresponde a la historia de la madre de Joseph Dashwood, lady Stella.
También está colgado en mi blog "Mía Stella".
Aquí aparece un poco más extenso.

                                     Siendo honestos, hay que decir que lady Stella llegó a amar a su marido, a sir Gabriel Dashwood.
                                     Después de todo, habían estado casados durante mucho tiempo. Gabriel era el padre de sus tres hijos.
                                     Le había dado muchas cosas a Stella. Había sido un marido fiel y leal. Y había llegado a quererla con el paso de los años.
                                     La doncella soltó el cabello que lady Stella llevaba recogido en un moño muy apretado. Había recibido una carta de su nuera Serena, la esposa de su primogénito Colm. Serena se quejaba de su matrimonio con Colm. Casi culpaba a lady Stella por la esterilidad de su hijo.
-Esa mujer es una trepadora-opinó la doncella, refiriéndose a Serena-No quiere de verdad a su hijo, lady Stella.
                                 La mujer se inclinó a darle la razón. La doncella procedió a cepillar el cabello de lady Stella. Poco a poco, se estaba llenando de hebras de color gris. El tiempo pasaba también por ella.
                               Se estaba haciendo vieja.
-¿Se sabe algo de sir Niall?-le preguntó la doncella.
-He recibido también carta de él-respondió lady Stella-Está de viaje por Roma. No tiene ganas de regresar a casa.
-Es todavía joven para sentar cabeza.
                           Pero Joseph ha sentado la cabeza, pensó lady Stella. Se ha casado con Selene. Y yo no he podido estar presente en su boda.
                           La mente de la dama voló hacia atrás en el tiempo.
                           Gabriel llevaba muerto seis años. Pero, incluso cuando sus hijos eran adolescentes, él seguía yendo a su habitación varias noches a la semana. Ella lo encontraba ridículo, pues le vino la menopausia no hacía mucho. Ya no podría tener más hijos. Gabriel no pensó lo mismo.
-Sólo quiero estar contigo, Stella-le decía.
                           Se metía en la cama con ella y la besaba con tanta pasión que lady Stella pensaba que se iba a derretir. Y no era mentira.
                          Todavía la seguía besando cuando salía de su despacho tras haber estado durante horas encerrado allí. Y Stella se sorprendía así misma correspondiendo a los besos que su marido le daba.
                         Gabriel la buscaba porque todavía la deseaba.
                         Los besos que le daba así se lo decía cuando se metía con ella en la cama. Era algo que Stella no entendía. Que no se atrevía a compartir con nadie. Porque era algo que sólo le pertenecía a ella. Sus susurros...Lo que se decían. El calor que despedía el cuerpo de Gabriel.
                        La forma que tenía su marido de besarla en el cuello. La forma en que lo hacía.
                        O cómo le brindaba con sus manos y con sus labios las caricias más exquisitas que jamás había conocido.
                        Los abrazos que le brindaba cuando la hacía suya.
                         Pensó en su hijo Colm. Gabriel estaría preocupado por él de estar vivo. Siempre había sido su ojito derecho.
                         Colm debía de conformarse con tener una esposa que se dejaba besar por él.
                         Serena añoraba los besos que su segundo marido le había dado.
                         Pero aquel hombre le brindaba sus besos a otra mujer. Le brindaba sus caricias a otra mujer. Era a otra mujer a quien abrazaba para hacerla suya.
                         Serena no terminaba de asumirlo, a pesar del escándalo que su segundo esposo había protagonizado al pedirle el divorcio. Pensaba que era su castigo. Ella había dado a luz a un niño que, por desgracia, había nacido muerto. Sospechaba que, a pesar de que estaba convencida de que Colm era estéril, también ella debía de ser estéril. No sabía qué más podía pensar. Serena estaba harta.
                       Lady Stella también estaba harta. De estar allí Gabriel, todo sería distinto.
                      Gabriel habría hablado con Colm. Le habría aconsejado que tomara una amante.
                     El problema era que Colm era incapaz de tener hijos. Serena sí había demostrado ser capaz de engendrar un hijo, que, por desgracia, no había vivido.
                        Era una situación desesperada. Y, encima, Niall seguía viajando por el continente. ¿Acaso su hijo no pensaba sentar la cabeza? Joseph, que parecía el más sensato, se había marchado a La India. ¡Sabía Dios lo que estaría haciendo allí!

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