lunes, 17 de noviembre de 2014

BODA POR AMOR

Hola a todos.
Aquí os traigo el penúltimo fragmento de mi relato Boda por amor. 
Iba a ser todo el final, pero he optado por dividirlo en dos partes para que no resulte pesado.
Es bastante cortito el fragmento que voy a subir, pero es muy bonito.
Me gustaría subir a lo largo de esta semana el final de este relato y un pequeño epílogo.
¡Muchas gracias por haber estado ahí leyéndolo!

                              La capilla estaba a rebosar de gente. Eso sorprendió bastante a Susan, quien había esperado una boda mucho más sencilla. No obstante, iba a casarse en la Capilla de la isla. No había viajado a Londres para su boda. Y, en cierto modo, Susan no sentía el menor deseo de regresar a la capital.
-¿Eres feliz, cariño?-le preguntó su padre al entrar en la Iglesia.
-Estoy nerviosa-respondió Susan.
                           Recorrió con lord Derby el pasillo que la llevaba al Altar. Su mirada se encontró con la mirada de Edward cuando llegó a su altura. Las lágrimas empezaron a rodar sin control por las mejillas de Susan. Edward le cogió la mano y se la besó.
-Susie, por favor, no llores-le pidió el joven con ternura-No quiero que sufras más.
-Lloro de alegría-admitió ella-Lloro de dicha. Me siento muy feliz en estos momentos.
-Desde hoy, me dedicaré a hacerte la mujer más feliz del mundo.
-Ya me haces la mujer más feliz del mundo.
-No sólo serás la futura lady Blake. Quiero que estemos siempre juntos, Susie.
-Todo irá bien a partir de ahora.
-Yo me encargaré de que así sea.



                           El sacerdote carraspeó ligeramente. Entonces, dio comienzo la ceremonia.
-Queridos hermanos...-empezó a decir el sacerdote.
                          Finalmente, declaró marido y mujer a Edward y a Susan. Para entonces, tanto Karen como Melinda estaban llorando a lágrima viva.
                          Edward y Susan se fundieron en un beso largo y dulce, pero cargado, a su vez, de intensidad.

sábado, 15 de noviembre de 2014

BODA POR AMOR

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Boda por amor. 
Ya falta cada vez menos para que conozcamos el desenlace de esta historia cargada de ternura.
Mañana, si puedo, me gustaría subir el último fragmento (no se trata de una de mis historias más largas). Y quiero ponerle un epílogo antes de que acabe el mes.
Espero que os esté gustando.
¡Vamos a ver lo que ocurre hoy!

                                   A pesar de que se había dado cuenta de que estaba enamorada de Edward, Susan intentó disuadir a lord Derby. No sabía si quería casarse con él después de todo lo que había pasado.
                                  ¿Cómo podía olvidar que Terence le había hecho tanto daño a Karen y a ella? Pero Edward, por suerte, no se parecía en nada a su hermano.
                                  Le tentaba la idea de huir, pero no se atrevía a dar aquel paso. Karen, mientras, se desahogaba escribiendo en su diario. Por lo menos, podía volcar en aquellas hojas lo que sentía.

                                Susan no se da cuenta de la suerte que tiene. Es amada por un buen muchacho. ¿Qué más desea? 
                                En ocasiones, me siento tentada a irme de aquí. A empezar de cero muy lejos. 
                               Hablaré con Mel y las dos nos marcharemos de aquí nada más casarse Susie con Edward. 
                               Viajaremos por todo el continente. ¡Siempre he querido viajar! Este plan puede ser nuestra válvula de escape. Para Mel y para mí...

                              En realidad, lo que Susan tenía era muchas dudas al respecto. Deseaba poder ser feliz al lado de Edward.
                               Todo el mundo tenía razón cuando le decían que debía de dejar el pasado atrás. Pero Edward estaba atado a aquel pasado.
                              Empezaron los preparativos de la boda.
                              En contra de su opinión, Melinda y Karen tuvieron que acatar los deseos de Susan.
                             También ellas debían de estar presentes en la capilla de la isla, donde se celebraría el enlace.
                             Lady Derby acudió en varias ocasiones al castillo para confeccionar con lady Blake la lista de invitados. Sería una boda sencilla.
                            También elaboraron juntas el menú que se serviría durante el banquete nupcial. Fue la modista de la isla quien confeccionó los vestidos que lucirían Melinda y Karen.
                             Fue una modista de Carlisle quien confeccionó el vestido de novia de Susan. La modista acudió en varias ocasiones a la casa de los Knigth-Birdwell para tomarle medidas a la joven. La última vez que acudió fue para que Susan se probara el vestido.
                            Era un vaporoso vestido de color blanco.
-¡Está muy bella, milay!-exclamó la modista.
-¡Pareces una Reina!-se emocionó lady Derby-Ni la Princesa luce más bella que tú.
-Gracias...-balbuceó Susan, sin querer mirarse en el espejo-Pero creo que exageráis. Yo no...
                           Casi al mismo tiempo, Karen le exponía sus planes de viajar a Melinda.
                           Para su sorpresa, la joven se mostró de acuerdo.
                           Necesitaba dejar atrás su pasado. Pero sabía que el recuerdo de Franklin la acompañaría siempre. Su hijo era como una especie de ángel que estaría a su lado hasta el último día de su vida.
                           Karen y Melinda acordaron que se marcharían tras la boda de Susan y de Edward. Querían estar presentes. Además, la joven era demasiado terca. También ella debía de dejar atrás su pasado.

-¿Cómo que os marcháis?-se asombró Susan-¡No podéis estar hablando en serio! ¿Os habéis vuelto locas? Creía que las cosas se habían arreglado. Karen, te juro que no te guardo rencor alguno. Y Mel, lo pasado queda atrás.
-Nos vamos porque necesitamos empezar de cero-le contestó Karen-A veces, es bueno estar un tiempo fuera para aclarar las ideas. Para renacer. Y Mel y yo tenemos derecho a renacer, Susie.
-Todo eso lo comprendo. Y lamento mucho todo lo que ha pasado. Pero...
-No es tan malo-afirmó Melinda-Será divertido. Karen y yo vamos a viajar por toda Europa. ¡Visitaremos Venecia! Siempre he soñado con viajar. Ahora, puedo hacer realidad mi sueño. Te escribiremos con mucha frecuencia.
                          Las tres primas se encontraban en el comedor dando cuenta cada una de una taza de té.
-¿Lo saben mis padres?-quiso saber Susan.
-Todavía no les hemos contado nada-contestó Melinda-Pero se lo vamos a contar mañana mismo.
-O después de la boda...-sugirió Karen-Queremos estar presentes para cuando te unas a Edward en matrimonio. Ni Mel ni yo vamos a casarnos nunca. Seamos sinceras. Los hombres pueden ir usados al Altar. Incluso, pueden ir con una gonorrea a casarse con una mujer distinta de la prostituta que le ha contagiado. Pero, en el caso de la mujer, es distinto. Mel y yo somos material estropeado. Es lo que se suele decir.
                          Karen bebió un sorbo de su taza de té.
-Os voy a echar mucho de menos a las dos-admitió Susan, mientras un nudo se formaba en su garganta-Karen, a pesar de lo ocurrido, te quiero. Y siempre te voy a querer.
-¡No llores, Susie!-le pidió la aludida, con la voz constreñida por la emoción.
-Todavía no nos hemos ido-intervino Melinda.
-Todo está cambiando-afirmó Susan.

 

                             La joven cogió un pastelito de café que había preparado la cocinera para acompañar el té y le dio un mordisco.
                              Era cierto que todo estaba cambiando. Tanto Karen como Melinda hablaban de viajar por Europa.
                              Se acabó el poder ir toda la familia a la Misa del domingo de las doce en la capilla de la isla. Se acabaron los paseos por la playa que solían dar. Se acabó el estar todos juntos en el salón hablando.
                            Melinda y Karen estarían fuera durante muchísimo tiempo viajando por todo el continente. Y Susan se convertiría en la futura duquesa de Blake. No sabía si sería capaz de dar aquel paso. Pero tanto su hermana mayor como su prima deseaban soltar lastre.
                          Karen quería olvidar que había conocido a Terence. Melinda guardaría siempre en el fondo de su corazón el recuerdo de Franklin.
                           Susan escuchó su propia voz prometiéndole a su hermana mayor que iría a visitar con frecuencia la tumba de Franklin. Que le llevaría ramos de flores en su nombre.
                           Los ojos de Melinda se llenaron de lágrimas. Para ella, resultaba muy doloroso visitar la tumba donde descansaba su hijo. Le recordaba que lo había tenido y lo había perdido. Pero, en realidad, el espíritu de Franklin siempre la acompañaría.
                           Susan abrazó con fuerza a su hermana mayor. Besó a Karen en la mejilla.

                          Susan y Edward empezaron a verse a solas.
                          Se encontraban por la tarde, después de la hora del té. Su lugar favorito para verse era un estanque situado en el centro de la isla.
                         Pasaban largas horas hablando. Como hacían cuando eran más pequeños. Entonces, el tiempo pasaba volando. Susan se sorprendía así misma esperando el momento en que debía de verse a solas con Edward. Salía de su casa con cualquier excusa para ir a su encuentro.
                        Y a Edward le pasaba lo mismo. No veía el momento de poder estar al lado de Susan. De poder hablar con ella.
-¿Cómo puedes mirarme a los ojos sabiendo que mi padre mató a tu hermano?-le preguntó en una de aquellas tardes.
-Fue Terence quien labró su propio Destino-respondió Edward-Susie, siempre querré a Terence porque era mi hermano mayor. No estoy muy seguro de querer ser el futuro duque de Blake. Pero él debió de haber actuado de otro modo. Debió de haberos respetado a Karen y a ti.
-¿Y sigues enamorado de mí después de todo lo que ha pasado?
-Nunca he dejado de amarte, Susie.
                          Los labios de Edward se posaron sobre los labios de Susan. El beso en el que ambos se fundieron estuvo cargado de ternura, pero, al mismo tiempo, estuvo cargado de pasión.
                          Se besaban mucho durante aquellos encuentros. Se besaban de manera prolongada y ardiente, sin pasar de ahí.
                          Y aquel amor fue creciendo conforme iban pasando los días.

viernes, 14 de noviembre de 2014

BODA POR AMOR

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Boda por amor, veremos cómo empieza a avanzar la relación entre Susan y Edward.
¡Vamos a ver lo que pasa!

-Te sugiero que hagas caso a tu padre-le aconsejó Karen a Susan. Había ido a su habitación a desearle las buenas noches. Encontró a su prima ya acostada. Susan la miró con asombro-Lo hace por tu bien. No quiere que termines como hemos terminado Mel y yo.
-Me sorprende que digas algo semejante-admitió Susan-¿Has olvidado todo lo que ha pasado?
-Me temo que ninguna de las dos ha olvidado el pasado-se lamentó Karen-Pero eres joven. Y tienes derecho a ser feliz.
-No creo que pueda ser feliz nunca con Edward, Karen. Mi padre está cometiendo un terrible error al pretender casarme con él.

                              Los días fueron pasando. Edward iba a visitar todas las tardes a Susan. Pero se encontraba con que la joven no quería recibirle.
                               Toda la familia de Susan le hizo ver que estaba comportándose de un modo poco adecuado. Susan se sentía presionada por su familia.
                             De modo que decidió hablar con Edward. Una tarde, él se estaba marchando. Ya estaba en el jardín. Susan logró alcanzarle tras salir corriendo detrás de él.
-Lamento mucho mi comportamiento de estos días-se disculpó la joven.
-Entiendo tu actitud-admitió Edward.
-Todavía te veo como el niño con el que jugaba a las casitas. A ti no te gustaba. Pero siempre acababas jugando conmigo.
-La pena es que ya no somos unos niños, Susie.
-Las cosas han cambiado entre nosotros. Eso es lo que me da más pena. Todo fue por Terence.
-Te enamoraste de él.
-Hace tiempo que mi amor por Terence murió.
                       Dicho esto, Susan se dio media vuelta y se metió dentro de casa.
                       Se dirigió al salón. Su familia se encontraba allí.
                       Aprobaban el gesto que había tenido.
-Has hecho lo que debías, Susie-afirmó lord Derby-Ya es hora de que dejes atrás el pasado.
-¡No lo entiendes, papá!-se exasperó la joven-Cada vez que Edward y yo estemos juntos, él pensará en su hermano. En Terence...En cómo murió.
-He ido a visitar la tumba de Franklin. A veces, desearía dar marcha atrás y poder cambiar lo que pasó.
-Por eso mismo, papá. ¡No puedo casarme con Edward después de todo lo que ha pasado! No puedo casarme con Edward sin amarle. Y, siendo sincera, hace mucho que dejé de amar a Terence. Si es que llegué a amarle de verdad. Porque...Lo dudo.
-Lord Blake sigue deseando que tú seas su nuera. Edward será mejor marido para ti que Terence. ¡Hazme caso!
-¡No lo entiendes!

                             Susan pasó varias noches sin poder conciliar el sueño. Le atormentaba la idea de casarse con Edward. Recordaba cómo Terence la había cortejado. Cómo había confiado en él. Por suerte, tuvo el acierto de no entregarse a él. La habría deshonrado como deshonró a Karen.
                           A veces, pensaba que Terence había sido el padre de Franklin. No se atrevía a preguntárselo directamente a Melinda. Pero ella siempre había guardado un celoso silencio sobre la paternidad de su difunto hijo.
                        Finalmente, una tarde, Susan se decidió a abordar aquel tema. Intuía que la conversación que iba a mantener con Melinda iba a ser dolorosa. Pero necesitaba salir de dudas. Estaban las dos solas.
                        Se encontraban en el jardín dando cuenta cada una de una taza de té.
-¿Era Terence el padre de Franklin?-le preguntó Susan a bocajarro a su hermana mayor.
                         Melinda estaba tomando un sorbo de su taza de té y estuvo a punto de atragantarse.
-¿Qué dices?-se asombró.
-Necesito saber si Terence era el padre de Franklin-contestó Susan-Sólo eso...
                          Las dos hermanas estuvieron mirándose durante un largo rato. Los labios de Melinda temblaron de manera imperceptible. Y sus ojos se llenaron de lágrimas al pensar en su hijo. Susan esperó impaciente su contestación.
                         Melinda respiró hondo.
-Terence no era el padre de Franklin-se sinceró la joven-Te lo juro, Susie. Él nunca quiso tener nada conmigo. Decía que yo era una especie de palo de escoba con poco pecho.
-¿Y por qué no quieres contarnos quién era el padre de tu hijo?-se interesó la aludida.
-Porque eso ya no importa. Lo cierto es que ese hombre dejó de existir para mí desde que me abandonó. Me deshonró y me abandonó. Una historia muy vulgar...Pero te juro que fui feliz durante el tiempo que Franklin estuvo conmigo. Desde que mi niño murió, una parte de mí está muerta.

 

                           Melinda se llevó su taza de té a los labios para beber un sorbo. Pero su mano tembló.
-¡Oh, Mel!-se dolió Susan.
-Quién engendró a mi niño ya no importa-afirmó la aludida.
-Perdóname, Mel. No quería herirte.
-No pasa nada. Tienes derecho a saber la verdad. Terence era un canalla. Pero nunca intentó seducirme.

                             Edward iba a ver a Susan todas las tardes. Sin embargo, lejos de evitarle, la joven empezó a salir con él a dar un paseo acompañada por la doncella que compartía con Karen y con Melinda. Susan sentía que algo había cambiado en su interior.
                             Volvía a sentir que podía contarle cualquier cosa. Como hacía cuando era más pequeña.
                             Pasaban por delante de la posada The Ship Inn. Era como un vecino más de la isla. Su trato afable le había granjeado la amistad de todos los vecinos. Incluso, se sabía que era invitado por los pescadores a dar cuenta con ellos de una jarra de cerveza. Era un joven sencillo y amable. ¡Y tenía una sonrisa tan bonita!
                         No se parecía en nada a Terence.
                         Edward no era Terence.
                         Una tarde, la doncella de Susan se detuvo para saludar a una conocida.
                         Estaban en la zona más alta de la isla. En aquel lugar se erigía el castillo.
-Ya he sido coronado Rey-le contó Edward a Susan.
-Nosotras no tuvimos esa suerte-le confió la joven-Mel, Karen y yo llegamos aquí casi a escondidas. Y no salíamos mucho a la calle.
-Podrías ser coronada Reina, si ése es tu deseo. Es la tradición cuando llega aquí alguien nuevo.
-Nosotros ya no somos tan nuevos.
-A ti te sentaría bien lucir una corona de Reina, Susie. ¡Es la verdad! Estarías muy guapa con ella.
-Lo dices por decir. Te agradezco que seas tan amable conmigo. Otro, de estar en en tu lugar, me odiaría.
-Terence fue el que se labró su propio destino. Ni Karen ni tú tuvisteis culpa alguna de lo que pasó.
                       Poco a poco, Edward se fue acercando cada vez más a Susan.
                       Seguía amándola con todas sus fuerzas. Y tenía la esperanza de que ella llegaría a amarle a su vez.
                       Por ese motivo, Edward besó a Susan en los labios. Puso todo su corazón en aquel beso y Susan se sorprendió así misma devolviéndole el beso con idéntica intensidad.
                        Pero también le sorprendió un descubrimiento que hizo aquella tarde. Se había enamorado realmente de Edward.

jueves, 13 de noviembre de 2014

BODA POR AMOR

Hola a todos.
A partir de hoy, empiezo a subir más seguido fragmentos de mi relato Boda por amor con la esperanza de poder terminar de subir (ya está acabada, sólo me falta subirla aquí) durante lo poco que queda de semana.
De momento, esto es lo que hay.
Lord Blake y su familia se instalan en la isla de Piel. Y el joven Edward tiene sus propios planes relacionados con Susan.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                              El primero en llegar a la isla fue Edward.
                              Lord Blake decidió arrendar el castillo de la isla.
                              Al poco tiempo, llegaron lord y lady Blake. Y se instalaron en el castillo.
                              Durante todo aquel tiempo, ni Susan ni Melinda ni Karen se cruzaron con ellos. Siendo sinceras, sentían curiosidad por verles.
                              Hacía mucho tiempo que Susan no veía a Edward. En concreto, dejaron de verse cuando el cortejo de Terence hacia Susan se hizo más serio.
                              Sin embargo, Edward no quiso perder el contacto con Susan. Le escribía con mucha frecuencia. Quiso ir a verla cuando se enteró de la muerte del pequeño Franklin.
                             Finalmente, no fue porque Susan se lo pidió. No sabía cómo reaccionaría si lo veía. Después de todo, seguía siendo el hermano menor de Terence. Le costaba trabajo convivir con Karen después de lo que había pasado. No sabía cómo miraría a Edward a la cara.
                              Fueron días en los que llovió bastante. La familia Knigth-Birdwell no salió de su casa durante aquellos días. A veces, Susan se sorprendía así misma mirando a través de los cristales de la ventana de su habitación mirando en dirección al castillo. Piel era una isla pequeña. Imaginaba que acabaría viendo a Edward en la atalaya del castillo. A veces, creía que le estaba viendo.
                           Era la primavera del año 1859.
                           Los vecinos hablaban. Decían que era extraño que los duques vivieran encerrados junto con su hijo y la servidumbre en el castillo. Se sabía que habían sido íntimos amigos de los condes de Derby.
                            Pero debían de recordar el sonado escándalo que protagonizó su heredero cuando deshonró a la sobrina de lord Derby al tiempo que cortejaba a la hija menor de éste.
                            Una tarde, lord y lady Derby decidieron hacerle una visita a los duques.
                             Fue un encuentro muy emotivo. Los duques les aseguraron que estaba todo olvidado por su parte.
                             Terence era su hijo. Pero el único culpable de su desgracia había sido él.
                             Siempre había protagonizado sonados escándalos por liarse con mujeres casadas, con viudas, con actrices, con prostitutas de los barrios bajos y con cortesanas. Pero había ido demasiado lejos al deshonrar a Karen.
                            Lord Blake sentía que le debía una compensación a lord Derby. Y decidieron pactar el matrimonio de Edward con Susan.
                           De vuelta a casa, los condes reunieron a sus hijas y a su sobrina en el salón y anunciaron que Susan iba a casarse con Edward.
-¿Te has vuelto loco, papá?-le espetó Susan a su padre-¡No pienso casarme con Edward!
-Tiene que ser una broma-se extrañó Karen.
                          Por desgracia, no se trataba de ninguna broma.
                         Edward acudió a la casa de los Knight-Birdwell. Albergaba la esperanza de poder ver a Susan.
-Edward no se parece en nada a ese malnacido de Terence-afirmó lord Derby.
-¡No quiero volver a verle!-afirmó Susan.
-Hija, Edward está en el recibidor. Ha venido a verte.
-¡Pues yo no quiero verle! ¡No quiero saber nada de él!
-¡Susan, no puedes hacerle ese feo a Edward! Nunca te ha causado daño alguno y no se merece que le trates así.
-Padre, trata de entenderlo-intervino Melinda-Han ocurrido demasiadas cosas entre ellos.
                         Lady Derby se inclinó a darle la razón a su hija.
-Es cierto-dijo.
                          Susan se retiró a su habitación. No quiso ver a Edward.
                         El joven se juró así mismo que no se rendiría.

                         Durante los días que siguieron, Edward fue a visitar varias veces a Susan sin conseguir verla. Al mismo tiempo, la noticia del compromiso entre el heredero de los duques de Blake y la hija menor de los condes de Derby era publicada en The Times. 
                        Los criados de ambas familias cotilleaban acerca de lo que estaba ocurriendo. No dejaba de parecerles curioso. Las criadas hablaban mientras limpiaban las numerosas estancias del castillo. La cocinera lo comentaba con su ayudante mientras preparaban la comida de los condes. Nadie sabía cómo terminaría aquella historia. Pero no dejaba de tener cierto morbo.
                       Susan decidió pasar los días que siguieron encerrada en su habitación. Sin embargo, una tarde, se asomó a la ventana. Y vio a Edward dando un paseo por la playa. El joven se agachó para coger una caracola y se la llevó al oído. Susan se quedó sin habla al verle.
                       Había olvidado por completo su cabello de color castaño que siempre llevaba en desorden. Le parecía que estaba más alto que la última vez que le vio. En contra de su voluntad, su corazón comenzó a latir a toda velocidad.
                       Se apartó con rabia de la ventana.

                       Buscaba refugio en la habitación de Melinda.
                      Su hermana la escuchaba con atención mientras sujetaba entre sus manos un par de patucos que habían pertenecido a Franklin. Una tarde, le dijo a Susan que ella podía quedarse con aquel par de patucos. Pero la joven se negó.
-Os habéis empeñado todos en que debo de casarme con Edward-protestó-Y no quiero casarme con él. ¡Es una locura!
-El que te hirió fue Terence-le recordó Melinda.
-¿Has olvidado que fue nuestro padre el que lo mató?
-Los duques de Blake son personas razonables. Entienden que su hijo mayor era uno de los mayores canallas que jamás han existido. Por eso, desean que te cases con Edward.
                       Otras veces, Susan iba a hablar con Karen.
                       La encontraba sentada en el balancín de su habitación sin mirar a ningún sitio.
-Tienes derecho a rehacer tu vida-le aseguró su prima una de aquellas veces-Tanto Mel como yo somos materiales usados. Nadie nos querría a ninguna de las dos como esposas. Tu caso es diferente.
-¿Acaso ya no estás enamorada de Terence?-la interrogó Susan.
-No lo sé. Confieso que me entregué a él porque lo amaba. Yo pensaba que realmente estaba enamorada de él. Ahora, me doy cuenta de que nunca me quiso y que fui una estúpida por confiar en él. Tú no cometiste el mismo error que cometimos Mel y yo. Nos embaucaron dos canallas. Yo tuve más suerte, puesto que no me quedé encinta. Pero Mel está llorando aún por el hijo que perdió.
                      Las dos primas guardaron silencio durante unos instantes.
                      Susan se puso de rodillas ante el balancín en el que estaba sentada Karen.
-¿Y qué me aconsejas que haga?-interrogó a su prima.
-Dale una oportunidad a Edward-contestó Karen-Él es la clase de hombre que realmente merece la pena. Siempre te ha amado, Susie. Y sospecho que tú también le amas. Pero no te has dado cuenta. O estabas ciega por culpa de Terence, igual que yo.
-Déjame que lo piense.
                            Susan necesitaba pensar.

                            

martes, 11 de noviembre de 2014

BODA POR AMOR

Hola a todos.
Tras muchos días subir ningún fragmento de este relato a este blog, aquí os traigo un fragmento de Boda por amor. 
Deseo de corazón que os guste.

                           Empezó a correr por toda la isla el rumor de que los duques de Blake pensaban arrendar una casa para vivir allí. Estaban muy cansados de la vida ajetreada de Londres.
                          En realidad, lo que estaban era cansados de tener que estar pagando constantemente las deudas que Terence les había dejado. Lord Blake estaba harto de tener que recibir en su casa a acreedores.
-¿Es verdad que van a vivir aquí?-se asombró Karen.
                       Fue una tarde un tanto rara.
                      Por primera vez desde que murió el pequeño Franklin, Melinda aceptó salir a dar un paseo por la isla acompañada por su prima y por su hermana menor.
-Si vienen, seguro que no se conformarán con una casa-apostilló Melinda-Sospecho que han arrendado el castillo.
                     Susan miró con estupor a Melinda y a Karen. Lo último que quería en aquellos momentos era ver a Edward. Había sido su mejor amigo cuando eran pequeños.
                      Sin embargo, también era el hermano menor del hombre que le había roto el corazón. A veces, Susan se maravillaba de su sangre fría cuando estaba con Karen. Pero todavía recordaba con total nitidez la mañana en la que Terence fue sorprendido en su cama.
                  En aquellos momentos, las tres jóvenes estaban paseando por la playa. The Ship Inn, la taberna de la isla, abrió en aquellos momentos. No tardarían en empezar a llegar los primeros clientes.
                    Susan sintió sobre su cara la brisa marina. Contempló las aves que estaban en las rocas. Lejos de Londres, la vida en Piel le parecía algo similar a un sueño. Donde no podía pensar en nada.
-Podrían venir a vernos-murmuró Susan.
-¿Tú recibirías a Edward en casa, Susie?-la interrogó Melinda.
-No sé. No lo sé.
-Edward no se parece en nada a su hermano. Siempre ha sido bueno contigo.
                      Karen se envaró al escuchar aquella afirmación. Durante un instante, pensó en salir en defensa de Terence. Pero entendió que no valía la pena discutir con Melinda por culpa de él. De hecho, su prima había recuperado algo de color en el rato que llevaba paseando por la playa con ellas.
-Deja a Susie en paz, Melly-le pidió a su prima-Que ella decida lo que hará o dejará de hacer.

lunes, 10 de noviembre de 2014

PERDÓN

Hola a todos.
Ha pasado casi un mes desde hice la última entrada en este blog anunciando que subiría todos los viernes un fragmento de mi relato Boda por amor. 
Sin embargo, otros proyectos han requerido mi atención y, por eso, no he podido subir ningún fragmento.
Os pido perdón por ello. Lo siento de verdad.
Me gustaría, a partir de esta semana, si es posible, subir todos los días un fragmento de este relato. Está terminado. Sólo falta que vea la luz.
Y verá la luz en este blog.
Muchas gracias por todo.
¡Un fuerte abrazo!