Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Boda por amor.
Ya falta cada vez menos para que conozcamos el desenlace de esta historia cargada de ternura.
Mañana, si puedo, me gustaría subir el último fragmento (no se trata de una de mis historias más largas). Y quiero ponerle un epílogo antes de que acabe el mes.
Espero que os esté gustando.
¡Vamos a ver lo que ocurre hoy!
A pesar de que se había dado cuenta de que estaba enamorada de Edward, Susan intentó disuadir a lord Derby. No sabía si quería casarse con él después de todo lo que había pasado.
¿Cómo podía olvidar que Terence le había hecho tanto daño a Karen y a ella? Pero Edward, por suerte, no se parecía en nada a su hermano.
Le tentaba la idea de huir, pero no se atrevía a dar aquel paso. Karen, mientras, se desahogaba escribiendo en su diario. Por lo menos, podía volcar en aquellas hojas lo que sentía.
Susan no se da cuenta de la suerte que tiene. Es amada por un buen muchacho. ¿Qué más desea?
En ocasiones, me siento tentada a irme de aquí. A empezar de cero muy lejos.
Hablaré con Mel y las dos nos marcharemos de aquí nada más casarse Susie con Edward.
Viajaremos por todo el continente. ¡Siempre he querido viajar! Este plan puede ser nuestra válvula de escape. Para Mel y para mí...
En realidad, lo que Susan tenía era muchas dudas al respecto. Deseaba poder ser feliz al lado de Edward.
Todo el mundo tenía razón cuando le decían que debía de dejar el pasado atrás. Pero Edward estaba atado a aquel pasado.
Empezaron los preparativos de la boda.
En contra de su opinión, Melinda y Karen tuvieron que acatar los deseos de Susan.
También ellas debían de estar presentes en la capilla de la isla, donde se celebraría el enlace.
Lady Derby acudió en varias ocasiones al castillo para confeccionar con lady Blake la lista de invitados. Sería una boda sencilla.
También elaboraron juntas el menú que se serviría durante el banquete nupcial. Fue la modista de la isla quien confeccionó los vestidos que lucirían Melinda y Karen.
Fue una modista de Carlisle quien confeccionó el vestido de novia de Susan. La modista acudió en varias ocasiones a la casa de los Knigth-Birdwell para tomarle medidas a la joven. La última vez que acudió fue para que Susan se probara el vestido.
Era un vaporoso vestido de color blanco.
-¡Está muy bella, milay!-exclamó la modista.
-¡Pareces una Reina!-se emocionó lady Derby-Ni la Princesa luce más bella que tú.
-Gracias...-balbuceó Susan, sin querer mirarse en el espejo-Pero creo que exageráis. Yo no...
Casi al mismo tiempo, Karen le exponía sus planes de viajar a Melinda.
Para su sorpresa, la joven se mostró de acuerdo.
Necesitaba dejar atrás su pasado. Pero sabía que el recuerdo de Franklin la acompañaría siempre. Su hijo era como una especie de ángel que estaría a su lado hasta el último día de su vida.
Karen y Melinda acordaron que se marcharían tras la boda de Susan y de Edward. Querían estar presentes. Además, la joven era demasiado terca. También ella debía de dejar atrás su pasado.
-¿Cómo que os marcháis?-se asombró Susan-¡No podéis estar hablando en serio! ¿Os habéis vuelto locas? Creía que las cosas se habían arreglado. Karen, te juro que no te guardo rencor alguno. Y Mel, lo pasado queda atrás.
-Nos vamos porque necesitamos empezar de cero-le contestó Karen-A veces, es bueno estar un tiempo fuera para aclarar las ideas. Para renacer. Y Mel y yo tenemos derecho a renacer, Susie.
-Todo eso lo comprendo. Y lamento mucho todo lo que ha pasado. Pero...
-No es tan malo-afirmó Melinda-Será divertido. Karen y yo vamos a viajar por toda Europa. ¡Visitaremos Venecia! Siempre he soñado con viajar. Ahora, puedo hacer realidad mi sueño. Te escribiremos con mucha frecuencia.
Las tres primas se encontraban en el comedor dando cuenta cada una de una taza de té.
-¿Lo saben mis padres?-quiso saber Susan.
-Todavía no les hemos contado nada-contestó Melinda-Pero se lo vamos a contar mañana mismo.
-O después de la boda...-sugirió Karen-Queremos estar presentes para cuando te unas a Edward en matrimonio. Ni Mel ni yo vamos a casarnos nunca. Seamos sinceras. Los hombres pueden ir usados al Altar. Incluso, pueden ir con una gonorrea a casarse con una mujer distinta de la prostituta que le ha contagiado. Pero, en el caso de la mujer, es distinto. Mel y yo somos material estropeado. Es lo que se suele decir.
Karen bebió un sorbo de su taza de té.
-Os voy a echar mucho de menos a las dos-admitió Susan, mientras un nudo se formaba en su garganta-Karen, a pesar de lo ocurrido, te quiero. Y siempre te voy a querer.
-¡No llores, Susie!-le pidió la aludida, con la voz constreñida por la emoción.
-Todavía no nos hemos ido-intervino Melinda.
-Todo está cambiando-afirmó Susan.
La joven cogió un pastelito de café que había preparado la cocinera para acompañar el té y le dio un mordisco.
Era cierto que todo estaba cambiando. Tanto Karen como Melinda hablaban de viajar por Europa.
Se acabó el poder ir toda la familia a la Misa del domingo de las doce en la capilla de la isla. Se acabaron los paseos por la playa que solían dar. Se acabó el estar todos juntos en el salón hablando.
Melinda y Karen estarían fuera durante muchísimo tiempo viajando por todo el continente. Y Susan se convertiría en la futura duquesa de Blake. No sabía si sería capaz de dar aquel paso. Pero tanto su hermana mayor como su prima deseaban soltar lastre.
Karen quería olvidar que había conocido a Terence. Melinda guardaría siempre en el fondo de su corazón el recuerdo de Franklin.
Susan escuchó su propia voz prometiéndole a su hermana mayor que iría a visitar con frecuencia la tumba de Franklin. Que le llevaría ramos de flores en su nombre.
Los ojos de Melinda se llenaron de lágrimas. Para ella, resultaba muy doloroso visitar la tumba donde descansaba su hijo. Le recordaba que lo había tenido y lo había perdido. Pero, en realidad, el espíritu de Franklin siempre la acompañaría.
Susan abrazó con fuerza a su hermana mayor. Besó a Karen en la mejilla.
Susan y Edward empezaron a verse a solas.
Se encontraban por la tarde, después de la hora del té. Su lugar favorito para verse era un estanque situado en el centro de la isla.
Pasaban largas horas hablando. Como hacían cuando eran más pequeños. Entonces, el tiempo pasaba volando. Susan se sorprendía así misma esperando el momento en que debía de verse a solas con Edward. Salía de su casa con cualquier excusa para ir a su encuentro.
Y a Edward le pasaba lo mismo. No veía el momento de poder estar al lado de Susan. De poder hablar con ella.
-¿Cómo puedes mirarme a los ojos sabiendo que mi padre mató a tu hermano?-le preguntó en una de aquellas tardes.
-Fue Terence quien labró su propio Destino-respondió Edward-Susie, siempre querré a Terence porque era mi hermano mayor. No estoy muy seguro de querer ser el futuro duque de Blake. Pero él debió de haber actuado de otro modo. Debió de haberos respetado a Karen y a ti.
-¿Y sigues enamorado de mí después de todo lo que ha pasado?
-Nunca he dejado de amarte, Susie.
Los labios de Edward se posaron sobre los labios de Susan. El beso en el que ambos se fundieron estuvo cargado de ternura, pero, al mismo tiempo, estuvo cargado de pasión.
Se besaban mucho durante aquellos encuentros. Se besaban de manera prolongada y ardiente, sin pasar de ahí.
Y aquel amor fue creciendo conforme iban pasando los días.
Uy que bien que Edward y Susan tienen una segunda oportunidad, t emando un abrazo y te me cuidas mucho
ResponderEliminarUy que bueno que Susan y Edward tenga un nuevo comienzo te mando un beso y te deseo una linda noche.
ResponderEliminarHola Citu.
EliminarMe alegro muchísimo que te esté gustando. De algún modo, en esta historia, los personajes buscan la manera de volver a ser feliz, a pesar de todo.
Un fuerte abrazo.
Cuídate mucho. Y disfruta de un feliz domingo, amiga.