sábado, 7 de marzo de 2015

LLAMANDO A LAS PUERTAS DEL CIELO

Hola a todos.
Aquí os traigo otro fragmento de mi cuento Llamando a las puertas del Cielo. 
Veamos qué ocurre hoy.

EN ALGÚN LUGAR DE LA REGIÓN DEL LOIRA, 1811

                             Se estaba muriendo. Antoine Eperay lo sabía. Lo supo en el instante en el que aquella bala le atravesó el torso. Le había herido en algún órgano interno. La sangre manaba a borbotones. 
                              Por su mente pasaron todos los momentos que había vivido junto a Nancy. Habían sido muy felices en Burhou. Tenían muchos planes de futuro. 
                              A ella le gustaba mirar las estrellas. Habían pasado muchas noches acostados sobre la arena de la playa. Antoine escuchaba con los ojos muy abiertos a Nancy hablarle de las estrellas e inventando nombres para cada una. Los dos estaban abrazados. Él la besaba de vez en cuando. La cabeza de Nancy descansaba sobre el hombro desnudo de Antoine.
                        Ella le hacía sentirse vivo.
                        Alzó la vista al cielo. Era de noche. El cielo estaba cubierto de estrellas.
                        Creía escuchar la risa de Nancy. Aquella risa tan sonora que tenía.
                        La constelación del Gato...La constelación del Perro...Podía oír el delicado timbre de voz  de la joven. La constelación de las Flores...La constelación de las Galletas...¿Te gustan los nombres que le pongo?
                         Aún sentía la mano de Nancy apretando la suya.
-No puedo morir-pensó Antoine-Tengo que regresar junto a ella. Junto a Nancy...Le prometí que volvería. He de conocer a nuestro hijo. No puedo morir en este lugar. Nancy...¡Dios mío!
                          Los dos se habían encontrado. Nancy era la mujer de su vida. Cuando se conocieron, se juraron que jamás se separarían. Tenía que volver a verla. Pero no podía levantarse. El terror se apoderó de Antoine.
                           Los soldados ingleses le encontrarían. Nancy era demasiado dulce. A él le matarían.
                           Intentó ponerse de pie. Pero le fallaban las fuerzas. Un soldado inglés le había herido cerca del corazón y estaba perdiendo mucha sangre. La vista se le nublaba y se arrastraba por el suelo. Hacía mucho frío y él estaba temblando. Pero temblaba tanto de frío como de fiebre. Como de miedo...
                          Estaba muerto de miedo. Si los ingleses le encontraban, sólo Dios sabía lo que harían con él.
                           Eran animales sin entrañas. La guerra había convertido a los soldados en salvajes. Ingleses...Franceses...
                           Arrancó un trozo de hierba al que se aferró. Casi no podía ver las estrellas.
-Nan...cy...-gimió-Nancy...Nan...cy...
                          No se trataba sólo de Nancy.
                          Había alguien más.
                          Nancy estaba esperando un hijo suyo.
                          Antoine tosió y escupió sangre. No conoceré a mi hijo, pensó el joven con desesperación. Una lágrima rodó por su mejilla. Quería poder abrazar a su hijo. Iba a llamarse como su difunto padre. Charles...
                          Cerró los ojos y evocó el rostro de Nancy, que lo miraba con ternura. Se quedó quieto sobre la hierba. La hierba estaba fresca y húmeda. No quiero morir, pensó Antoine.
                          Había partido al frente para luchar porque así lo habría querido su padre. Era un soldado del Ejército del Emperador Napoleón. Y estaba orgulloso de ello.
                            Los ingleses no lo entendían. Parecían vivir en otro mundo. Como aislados de la realidad...
                           No se arrepentía porque había escogido su camino. Quería un mundo justo. Por eso, estaba combatiendo.
                            La herida le quemaba. Estuvo corriendo durante mucho rato. Se escondió. Oía los pasos de aquella pareja de soldados ingleses. Le estaban persiguiendo.
                           Tropezó varias veces. Cayó al suelo. Se levantó. Pero volvía a caer.
                           Hacía meses que no veía a Nancy y la añoraba.
                           Ya casi no podía ver el adorable rostro de Nancy. Sabía que su destino estaba escrito en alguna parte. Pero se rebelaba.
                          No quería morir sin ver una vez más a Nancy. No quería morir sin conocer a su hijo.
                          Desde que la conoció, le llamó la atención.
                          Intentó no cerrar los ojos y quedarse dormido. Sabía que si cerraba los ojos, no los volvería a abrir. Y tenía que regresar junto a Nancy.
                          Su respiración se volvió agitada. Volvió a toser y a escupir sangre.


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