sábado, 6 de junio de 2015

UN CUENTO SOBRE UNA JOVEN LLAMADA STELLA

Hola a todos.
El cuento que quiero compartir en este blog no tiene título.
Trata de una joven llamada Stella (lo reconozco. ¡Me encanta ese nombre! Y es una pena que el número de protagonistas femeninas llamadas así sea escasísimo). Y la acción transcurre a principios del siglo XIX.
¡Veamos qué le ocurre!

ISLA DE NAG’S HEAD, EN EL RÍO TÁMESIS, CONDADO DE ABINGDON, 1800

            Soy lady Stella Carlson.
            Mi padre es el vizconde de Wicker.
            Hace pocos meses, me convertí en la esposa de lord Edmund Fairchild, conde de Shield. A veces, tengo la sensación de que no me correspondía a mí ser la esposa de Edmund. Ese honor le pertenecía a mi amiga Celie March . Sin embargo, Celie falleció el año pasado. Una neumonía fulminante acabó con su vida en el plazo de una semana. Yo fui a verla el día antes de su muerte.
-El deseo de mi padre era verme convertida en la esposa de lord Edmund-me contó con apenas un hilo de voz. 
            Me senté a su lado en la cama mientras luchaba por no echarme a llorar. La idea de que mi mejor amiga fuera a morir me destrozaba. Sin embargo, no estaba en absoluto preparada para lo que me iba a pedir.
-Mi compromiso con sir Edmund iba a ser anunciado a lo largo de esta semana-prosiguió Celie.
            No quería que siguiera hablando porque iba a cansarse.
            Pero Celie me ignoró. Necesitaba pedirme un favor.
-Quiero que te cases con lord Edmund-me pidió mirándome de manera suplicante.
-Debe de haberte subido todavía más la fiebre porque estás delirando-repliqué atónita-¡No sabes lo que dices! Además, sir Edmund se va a casar contigo.
-He visto cómo te mira. Le gustas mucho, Stella.
-¡No te vas a morir!
            Sin embargo, ella insistió. Me arrancó la promesa de que me casaría con lord Edmund.
-Es el hombre que puede hacerte realmente feliz-me aseguró.
            Tuve que ceder. Al día siguiente, Celie expiró.
            La muerte de mi mejor amiga me destrozó. Pasé muchos días llorando. No terminaba de asumir que Celie se había ido para siempre.
            Edmund empezó a cortejarme al mes siguiente de la muerte de Celie.
            Venía mucho a mi casa. Me traía regalos.
            Me habló de la casa que tiene en la isla de Andersey. Me dijo que no le gustaba nada vivir en Londres.
            Yo deseaba para mí algo similar a lo que había leído. Deseaba un matrimonio por amor. Desde que llegamos a la adolescencia, Celie y yo habíamos compartido la misma ilusión. Nos casaríamos por amor. Celie era la menor de tres hermanas. Yo, por desgracia, soy hija única.
            Confieso que lord Edmund me atrajo cuando nos presentaron.
            Pero él ya estaba cortejando a Celie. No podía fijarme en él. Además, mi amiga se había hecho a la idea de que se iban a casar.
            Al principio, me parecía un noble un tanto estirado. Venía a verme y me leía en voz alta poemas que él mismo había escrito. Yo aceptaba los ramos de flores que él me regalaba. A veces, me obligaba mi madre a interpretar una pieza con el arpa para distraerle. Poco a poco, empecé a encontrar interesante su conversación.
            Era un hombre bastante culto. Me gustaba hablar con él cuando salíamos a pasear. Mi dama de compañía hacía las veces de carabina. Yo tenía la sensación de que Edmund prefería estar a solas conmigo.
            Yo le confesé a Edmund que quería quedarme aquí, en esta isla. Él lo vio bien.
            A fecha de hoy, todavía seguimos aquí. No sé cuándo nos iremos a vivir a Andersey.
            Pero, de momento, es mejor que sigamos aquí. He pasado toda mi vida en esta isla. No me veo a mí misma viviendo lejos. No podría.
            Cuando salíamos a dar un paseo, hablábamos de libros. Empezó a prestarme libros. Y yo me sorprendía a mí misma esperando el momento en el que le vería de nuevo para contarle lo que me había parecido. Edmund me escuchaba con atención. Mi opinión le importaba mucho.
            Entonces, sólo me besaba en la mano a modo de saludo.
            La primera vez que Edmund me besó fue durante un descuido de nuestra carabina, cuando me llevó detrás de un árbol y me besó con tanta pasión que yo pensé que me iba a desmayar.
            Desde ese momento, todos los besos que me dio Edmund hicieron arder mi cuerpo hasta el punto de pensar que había fuego. Fuego en interior…Fuego en mi ropa…
            Me besaba y yo tenía la sensación de que parecía querer beber de mí. No se saciaba. No parecía saciarse nunca de mí.
            Todas las noches, viene a mi habitación. No quiere que durmamos en habitaciones separadas.
            Los besos que me da cuando se mete en mi cama son largos y apasionados. Yo intento devolverle todos los besos que me da con el mismo ardor.
            Él me ha convertido en una desconocida. Yo no puedo ser así.
            Cuando llena mi cara de besos. Cuando mordisquea el lóbulo de mi oreja. Yo no puedo pensar en otra cosa que no sea cuando me besa en los hombros. O cuando succiona mis pezones. Las caricias que me brindan sus manos están destinadas a volverme loca. O, además, cuando su boca toca mi cuerpo. Todo se nubla en mi cabeza. No siento nada que no sea su cercanía.
            O cuando me besa en el cuello.
            ¿Es normal que una dama desee a su marido?
            Le siento por todas partes.
            Le siento a mi lado.
            Le siento hundirse en mi interior. Fundirse conmigo. Arrastrarme con él en una especie de danza extraña. Pasional…
            Y yo me muevo con él. Me fundo con él.
            Han pasado cinco meses desde que me casé con Edmund. Y puedo decir una cosa. Soy feliz en mi matrimonio. Además, le he dado a Edmund una noticia. Es una noticia que sé que espera desde el mismo día en que nos casamos.
            Estoy embarazada.
            Dentro de siete meses, tendré un hijo. A Edmund no le importa que sea niño o que sea niña.

            Yo sólo espero que mi bebé esté sano. Lo demás no me preocupa.

 

FIN

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