El cuento que quiero compartir en este blog no tiene título.
Trata de una joven llamada Stella (lo reconozco. ¡Me encanta ese nombre! Y es una pena que el número de protagonistas femeninas llamadas así sea escasísimo). Y la acción transcurre a principios del siglo XIX.
¡Veamos qué le ocurre!
ISLA DE NAG’S HEAD, EN EL RÍO TÁMESIS,
CONDADO DE ABINGDON, 1800
Soy lady
Stella Carlson.
Mi padre es
el vizconde de Wicker.
Hace pocos
meses, me convertí en la esposa de lord Edmund Fairchild, conde de Shield. A
veces, tengo la sensación de que no me correspondía a mí ser la esposa de
Edmund. Ese honor le pertenecía a mi amiga Celie March . Sin embargo, Celie
falleció el año pasado. Una neumonía fulminante acabó con su vida en el plazo
de una semana. Yo fui a verla el día antes de su muerte.
-El deseo de mi padre era verme convertida en la esposa de lord
Edmund-me contó con apenas un hilo de voz.
Me senté a
su lado en la cama mientras luchaba por no echarme a llorar. La idea de que mi
mejor amiga fuera a morir me destrozaba. Sin embargo, no estaba en absoluto
preparada para lo que me iba a pedir.
-Mi compromiso con sir Edmund iba a ser anunciado a lo largo
de esta semana-prosiguió Celie.
No quería
que siguiera hablando porque iba a cansarse.
Pero Celie
me ignoró. Necesitaba pedirme un favor.
-Quiero que te cases con lord Edmund-me pidió mirándome de
manera suplicante.
-Debe de haberte subido todavía más la fiebre porque estás
delirando-repliqué atónita-¡No sabes lo que dices! Además, sir Edmund se va a
casar contigo.
-He visto cómo te mira. Le gustas mucho, Stella.
-¡No te vas a morir!
Sin
embargo, ella insistió. Me arrancó la promesa de que me casaría con lord
Edmund.
-Es el hombre que puede hacerte realmente feliz-me aseguró.
Tuve que
ceder. Al día siguiente, Celie expiró.
La muerte
de mi mejor amiga me destrozó. Pasé muchos días llorando. No terminaba de
asumir que Celie se había ido para siempre.
Edmund
empezó a cortejarme al mes siguiente de la muerte de Celie.
Venía mucho
a mi casa. Me traía regalos.
Me habló de
la casa que tiene en la isla de Andersey. Me dijo que no le gustaba nada vivir
en Londres.
Yo deseaba
para mí algo similar a lo que había leído. Deseaba un matrimonio por amor.
Desde que llegamos a la adolescencia, Celie y yo habíamos compartido la misma
ilusión. Nos casaríamos por amor. Celie era la menor de tres hermanas. Yo, por
desgracia, soy hija única.
Confieso
que lord Edmund me atrajo cuando nos presentaron.
Pero él ya
estaba cortejando a Celie. No podía fijarme en él. Además, mi amiga se había
hecho a la idea de que se iban a casar.
Al principio, me parecía un noble un
tanto estirado. Venía a verme y me leía en voz alta poemas que él mismo había
escrito. Yo aceptaba los ramos de flores que él me regalaba. A veces, me
obligaba mi madre a interpretar una pieza con el arpa para distraerle. Poco a
poco, empecé a encontrar interesante su conversación.
Era un
hombre bastante culto. Me gustaba hablar con él cuando salíamos a pasear. Mi
dama de compañía hacía las veces de carabina. Yo tenía la sensación de que
Edmund prefería estar a solas conmigo.
Yo le
confesé a Edmund que quería quedarme aquí, en esta isla. Él lo vio bien.
A fecha de
hoy, todavía seguimos aquí. No sé cuándo nos iremos a vivir a Andersey.
Pero, de
momento, es mejor que sigamos aquí. He pasado toda mi vida en esta isla. No me
veo a mí misma viviendo lejos. No podría.
Cuando
salíamos a dar un paseo, hablábamos de libros. Empezó a prestarme libros. Y yo
me sorprendía a mí misma esperando el momento en el que le vería de nuevo para
contarle lo que me había parecido. Edmund me escuchaba con atención. Mi opinión
le importaba mucho.
Entonces,
sólo me besaba en la mano a modo de saludo.
La primera
vez que Edmund me besó fue durante un descuido de nuestra carabina, cuando me
llevó detrás de un árbol y me besó con tanta pasión que yo pensé que me iba a
desmayar.
Desde ese
momento, todos los besos que me dio Edmund hicieron arder mi cuerpo hasta el
punto de pensar que había fuego. Fuego en interior…Fuego en mi ropa…
Me besaba y
yo tenía la sensación de que parecía querer beber de mí. No se saciaba. No
parecía saciarse nunca de mí.
Todas las
noches, viene a mi habitación. No quiere que durmamos en habitaciones
separadas.
Los besos
que me da cuando se mete en mi cama son largos y apasionados. Yo intento
devolverle todos los besos que me da con el mismo ardor.
Él me ha
convertido en una desconocida. Yo no puedo ser así.
Cuando
llena mi cara de besos. Cuando mordisquea el lóbulo de mi oreja. Yo no puedo
pensar en otra cosa que no sea cuando me besa en los hombros. O cuando succiona
mis pezones. Las caricias que me brindan sus manos están destinadas a volverme
loca. O, además, cuando su boca toca mi cuerpo. Todo se nubla en mi cabeza. No
siento nada que no sea su cercanía.
O cuando me
besa en el cuello.
¿Es normal
que una dama desee a su marido?
Le siento
por todas partes.
Le siento a
mi lado.
Le siento
hundirse en mi interior. Fundirse conmigo. Arrastrarme con él en una especie de
danza extraña. Pasional…
Y yo me
muevo con él. Me fundo con él.
Han pasado
cinco meses desde que me casé con Edmund. Y puedo decir una cosa. Soy feliz en
mi matrimonio. Además, le he dado a Edmund una noticia. Es una noticia que sé
que espera desde el mismo día en que nos casamos.
Estoy
embarazada.
Dentro de
siete meses, tendré un hijo. A Edmund no le importa que sea niño o que sea
niña.
Yo sólo
espero que mi bebé esté sano. Lo demás no me preocupa.
FIN
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