martes, 15 de julio de 2014

LA CHICA DE LOS OJOS GRISES

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de La chica de los ojos grises, veremos el momento en el que Edmund y Stella se conocen.
Espero que os guste.

                                          Sir Edmund Templewood conoció a Stella a mediados del mes de enero.
                                          Era un día bastante frío.
                                          Edmund acudió a visitar a lord Carson porque estaba buscando un nuevo socio para su empresa. Darius le había mencionado a lord Carson porque, a pesar de vivir en un lugar tan aislado como la isla de Quibble, era un hombre muy rico. Circulaba el rumor de que pensaba enviar a su única hija, a lady Stella, a Londres en la primavera para su puesta de largo. La idea de viajar a Londres desagradaba enormemente a la joven. Casi no tenía ningún recuerdo de aquella ciudad.
                                        Lord Carson invitó a Edmund a pasar a su despacho para poder hablar de negocios con más tranquilidad, sintiéndose un tanto halagado. La Templewood and Ransom Company estaba dando sus primeros pasos. Pero los dos jóvenes propietarios de la compañía eran inteligentes. Sabían cómo hacer negocios.
-Vamos a comerciar nuestro té con China-le explicó Edmund a lord Carson.
-Podría ser una idea un tanto arriesgada-opinó el vizconde.
-He estado estudiando la situación. Podría ser un negocio que nos reporte jugosos beneficios, milord.
                                   Aquel día, Stella recibió la visita de su amiga Samantha. Se alegró de corazón al verla. Pero tuvo la sensación de que Samantha había envejecido diez años.
                                La joven había salido por primera vez en meses de su casa. Y decidió ir a visitar a su buena amiga Stella.
                                 Maude se había quejado cuando la vio salir de casa. Creía que no le había llevado luto el tiempo suficiente a Gabriel. Ignoraba que el padre de ambas estaba empezando a considerar la idea de buscarle otro marido a Samantha.
                                  La criada sirvió el té en el salón. Lady Carson se quedó con Stella y con Samantha. La vizcondesa alabó el vestido de color gris que Samantha llevaba puesto. Stella trataba de levantarle el ánimo a su amiga. Iba a necesitarla mucho.
                                 Le dio un leve abrazo.
-Sam, amiga, espero que estés bien-dijo Stella.
-No estoy bien-admitió la aludida-Yo...No sé qué decir. Lo único que quiero es llorar. Me digo a mí misma que he de ser fuerte porque a Gabriel no le gustaría verme en este estado. Pero casi no como y no duermo durante la noche.
-Estás dando pequeños pasos para poder recuperarte de todo lo que has vivido en los últimos meses.
-Nunca me recuperaré. Nunca dejaré de amar a Gabriel.
-Podría ser un buen negocio-opinó lord Carson desde dentro del despacho-Lo consultaré. Pero no me gusta invertir a lo loco. No quiero terminar en la ruina. Además, en unas semanas, mi hija Stella zarpará con destino a Londres para su puesta de largo.
-Le espera un largo viaje-aseveró Edmund-Es normal que no quiera arruinarse, teniendo que proporcionarle una dote. La estancia de su hija en Londres podría prolongarse. Es lógico que quiera mirar por su futuro y saber que está en buenas manos.
-Stella es mi única hija. Ha crecido mucho y está hecha toda una mujer. Se encuentra en casa.
-Tu padre está haciendo negocios con un joven muy inteligente-le informó lady Carson a su hija-Es posible que te lo presente antes de que se marche. Ha puesto en marcha, junto con otro joven, una compañía de importación y de exportación. Les están yendo muy bien las cosas.
                           La puerta del despacho se abrió en aquel momento. Las tres mujeres que se encontraban sentadas en el sofá se pusieron de pie. Salió primero del despacho sir Edmund Templewood. Fue la primera vez.
                             Lord Carson hablaba de negocios. Pero Edmund miró a las tres mujeres que se encontraban en el salón.
                             Se fijó en una mujer joven que lord Carson presentó como Samantha, la mejor amiga de su hija Stella. Le pareció que aquella joven había envejecido veinte años. El vestido que llevaba puesto, de color gris oscuro, parecía confundirse con una piel demasiado pálida. Tenía el rostro demacrado, pero seguía poseyendo unas facciones perfectas.
                             Le dedicó una cortés reverencia.
-Encantado de conocerla-dijo.
-Lo mismo digo-corroboró Samantha.
-Y la joven que está a su lado es mi hija Stella-presentó lord Carson-Ya tiene dieciocho años. Hace poco, su institutriz abandonó nuestro hogar. Es una joven muy inteligente. La vamos a echar mucho de menos cuando se marche a Inglaterra. Le hemos buscado una dama de compañía para que no haga sola ese viaje. Estaría muy mal visto.
                            El vizconde hablaba con orgullo de su única hija sin sospechar nada. Sir Edmund miró a Stella. Y, de pronto, se sintió incapaz de apartar la mirada de ella. Había algo en aquella joven que le atraía como un imán.
                          Lady Carson miró a Stella y sonrió también con orgullo. La joven se ruborizó.
-Dentro de nada, nuestra pequeña Stella nos hará a su padre y a mí abuelos de muchos niños-auguró la vizcondesa-Pero tenemos que buscarle el marido perfecto. No pedimos nada más. ¿Entiende?
                         Edmund cogió la mano de Stella y se inclinó para depositar un beso en su mano. Un escalofrío recorrió la columna vertebral de la chica.
                           Apenas pudo murmurar algunas palabras a modo de saludo.
-Lo mismo digo-alcanzó a decir.
                           Casi no le salía la voz.
                           Edmund permaneció cerca de unos diez minutos mirándola sin pestañear mientras sus padres hablaban. Samantha le dedicó una sonrisa un tanto burlona a Stella. Al sonreír, Samantha parecía volver a tener los diecinueve años que tenía realmente. Stella tuvo la sensación de que Edmund parecía querer llegar hasta lo más fondo de ella. Conocer todo lo que estaba pasando por su mente en aquellos momentos.
-He de irme-le comunicó Samantha.
                         Se puso los guantes. Se puso su sombrero. Abrazó con cariño a Stella. Le dio un beso en la mejilla.
                          Tanto Stella como Edmund parecían estar hechizados. El mundo a su alrededor parecía haberse esfumado por completo. Y sólo estaban ellos dos. Solos...

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