Hola a todos.
En el fragmento de hoy de La chica de los ojos grises, Stella le cuenta a Samantha lo que ha pasado entre Edmund y ella.
-Hay algo que me estás ocultando-le dijo Samantha a Stella-¿De qué se trata?
-He de contarte una cosa-contestó la joven-Se trata de Edmund. Sí...Debo de admitir que es el joven más apuesto que jamás he conocido. Pero, además, hay algo en él que va más allá de su atractivo físico. Es su manera de ser. Tengo la sensación de que los dos pensamos de una manera muy parecida. Que sentimos las mismas cosas. Él no quiere abandonar Quibble. No quiere separarme de esta isla. Por lo que sé, a pesar de su apostura, no se le conoce ninguna aventura amorosa y eso me gusta porque lo siento más mío que de nadie más.
Stella no podía creerse lo que estaba diciendo. Edmund había ido a visitarla aquella tarde. Se habían quedado un momento solos en el salón porque la criada que hacía las veces de carabina tuvo que salir un momento.
La criada no tardó ni diez minutos en regresar. Pero Stella no tuvo tiempo de hablar con Edmund de lo ocurrido la noche anterior.
-Fue mi primera vez-le confesó Edmund.
-¿Qué quieres decir?-inquirió Stella, atónita.
-Nunca antes había estado con una mujer. Lo he intentado, pero no podía.
-Por lo general...
-Por lo general, no suelo pensar con la entrepierna. Prefiero pensar con el corazón.
Edmund le cogió la mano a Stella. Se la llevó a los labios para besársela con devoción.
-Yo...-balbuceó la joven, atónita.
Edmund se había atrevido a sincerarse con ella. Stella sintió, en su fuero interno, cierto orgullo egoísta al pensar que Edmund había sido virgen hasta la noche en que se coló en su habitación. Lo mismo que ella...Fue entonces cuando el joven se inclinó hacia ella. Y la besó en los labios casi con avaricia. Stella se obligó así misma a regresar al presente. Fue en aquel momento cuando Samantha se percató de algo. Había un intenso rubor coloreando las mejillas de su mejor amiga.
-Lady Stella...-dijo Samantha-Me parece a mí que hay algo que no me quieres contar. Lo quieres decir, pero no te atreves.
-Es que no sé por dónde empezar-admitió la aludida-Es cierto que ocurrió algo entre sir Edmund y yo. Edmund...Tengo que llamarle así.
Se encontraban dando un paseo por la orilla del río Adyar. Se encontraban las dos solas. Samantha agradecía el poder pasar un rato a solas con Stella lejos de su casa. Sus padres y su hermana Maude la iban a volver loca. Estaban empeñados en verla casada con el tal mister Halliwell.
-Yo no tengo ninguna experiencia-atacó Samantha-Soy virgen. Es cierto que he pensado en entregarme a Gabriel. Lo he pensado muchas veces. Y nunca lo he hecho. Te seré sincera. Me arrepiento de no haberme entregado a Gabriel. Pero tu caso es distinto, Stella. Quiero que me cuentes la verdad. ¿Qué ha pasado entre sir Edmund Templewood y tú? ¿Es cierto que te has entregado a él?
Una ola de calor invadió el cuerpo de Stella.
-Ocurrió la otra noche-contestó la muchacha.
-Habéis estado juntos una vez-observó Samantha.
-Una noche entera...Y...Dos veces...Dos...
Stella sentía que las palabras casi no salían de su garganta. Pero Samantha la escuchó. La estaba escuchando porque la expresión de su cara varió.
-¡No me lo puedo creer!-exclamó Samantha-Opino que los dos os habéis vuelto locos. O no...Después de todo, os vais a casar. Todas las parejas que conozco esperan a estar casados para poder probar del tálamo nupcial. Es lo que siempre dice Maude. Pero necesito que me digas una cosa. ¿Es verdad que es tan desagradable como se cuenta?
Stella sacó su abanico de su bolso de mano y empezó a abanicarse.
Samantha sentía cierta curiosidad por saber. En el fondo, quería descubrir lo que se había perdido al no haberse entregado a Gabriel. Y le repugnaba la idea de hacer lo mismo con un completo desconocido que la estaba esperando en Inglaterra. Si decidía no venir a La India.
-Es muy bonito-contestó Stella.
Las dos amigas se sentaron en el suelo. Se fijaron en que el río Adyar no traía mucha agua. Una barca pasó. Permanecieron en silencio durante un rato. Stella no quería pensar en lo que había pasado entre Edmund y ella unas noches antes.
Samantha abrazó a su amiga con cariño. Le acarició con la mano el cabello.
-Soy una egoísta-se lamentó Stella.
-No eres ninguna egoísta-le aseguró Samantha-Hablar contigo me permite no pensar en otras cosas. Mis padres quieren casarme con un desconocido. Mi hermana no me entiende. El hombre al que amo está muerto. Tú, al menos, tienes algo que no tendré nunca. La posibilidad de ser realmente feliz.
Pobre Samantha , me da pena su destino casarse con alguien que no la quiere. Te mando un beso y te me cuidas
ResponderEliminarHola Citu.
EliminarPor desgracia, era lo que se esperaba en una joven de su clase social en la mayoría de los casos.
Un fuerte abrazo, Citu.
Cuídate.