Hola a todos.
Últimamente, no estoy pasando por mi mejor momento anímico. Creo que debe de ser cosa del calor, que aquí, La Unión, es sofocante. ¿Os podéis creer que estamos a 34ºC?
La única manera que tengo de vencer el calor es bebiendo agua bien fresca. Y, para apartar malos rollos de mi mente, escribir.
Y, por eso, os traigo un nuevo fragmento de mi relato La chica de los ojos grises.
Las cosas se van a poner muy calientes entre Edmund y Stella en el fragmento de hoy.
Fue un impulso lo que llevó a Edmund a colarse en la habitación de Stella una noche estrellada.
Mientras daba un paseo por la isla, alzó la vista al cielo. Vio las estrellas. Y se sorprendió así mismo pensando que todas aquellas estrellas parecían brillar en los ojos de Stella. Stella...
Eran las once de la noche. La ventana de la habitación de Stella estaba abierta. Ella no estaba dormida. Permanecía acostada en la cama, pensando en que su matrimonio con Edmund se celebraría en breve.
-Stella...-le llamó una voz que parecía estar subiendo por la fachada de su casa-Stella.
La aludida se sentó en la cama. Encendió la lámpara de aceite de su mesilla de noche.
-¿Quién anda ahí?-preguntó al vacío.
Pronto, se dio cuenta de que no estaba sola en la habitación. Edmund se coló por la ventana de su habitación.
-Hola...-la saludó.
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó Stella, entre nerviosa y emocionada-Vete, por favor. Todavía no estamos casados.
-Sí...Pero...Quería verte.
El corazón de Stella comenzó a latir a gran velocidad. Edmund quería verla. Por eso, se había colado en su habitación.
-Mis padres están durmiendo unas habitaciones más allá-le informó la joven.
-Tienes unos hermosos ojos grises-opinó Edmund-Como estrellas...
-No te entiendo.
-Tus ojos siempre están brillando. Haces honor a tu nombre. Las estrellas brillan en lo alto del cielo. Lo he visto esta noche. Por eso, estoy aquí.
A Edmund siempre le había interesado la lectura.
Leía muchos ensayos.
Nunca se había interesado por la poesía.
No era un buen poeta.
De pronto, deseó ser poeta. Pensaba que los poetas poseían una gran sensibilidad a la hora de expresar lo que sentían. Él no era así.
-¿Has venido a verme para piropearme?-le preguntó Stella, mirándole a los ojos.
-Sí...-respondió Edmund.
No podía seguir hablando. Los ojos de Stella le miraban de tal manera que parecía adivinar lo que estaba pensando. Tuvo la misma sensación que el día que la conoció. Desde entonces, Stella vivía en su mente.
En su corazón...
-Será mejor que te marches-le pidió Stella.
-¿De verdad quieres que me vaya?-inquirió Edmund, con voz suave.
-No lo sé.
No apartó la vista de él en ningún momento.
Stella sintió cómo su sentido común desaparecía. No pensó en nada.
Llevaba puesto el camisón. Cuando Edmund se desnudó ante ella, Stella no pensó en nada. Sí pensó que estaba bien formado. Era alto y esbelto. El camisón que llevaba puesto Stella era de color blanco y, por pudor, quiso llevarlo puesto en todo momento. Edmund la abrazó y la recostó sobre la cama.
Llenó de besos su cara. La besó con suavidad en el cuello.
En ningún momento, ninguno de los dos pensó en que los padres de Stella podían encontrarles juntos. Edmund se olvidó de todo al estar con ella.
Su experiencia con las mujeres había sido relativamente escasa. Había intentado ir con prostitutas. La primera vez fue en su Londres natal. La segunda vez fue en Calcuta. Las dos veces que intentó ir con prostitutas acabó fracasando.
Tampoco había tenido una amante. Su vida se había reducido a los libros.
Y, ahora, luchaba por sacar adelante la compañía que su padre había creado con su socio. La Templewood and Ransome Company...
Stella era distinta.
Le cogió la mano con suavidad. Stella se aferró a su cuerpo. Edmund la estrechó entre sus brazos con nerviosismo.
Se inclinó sobre ella y empezó a besarla de lleno en los labios. Stella correspondió a todos los besos que Edmund le dio. No sabía nada acerca de las relaciones entre un hombre y una mujer. Era virgen. Creía que iba a perder su virginidad en su noche de bodas con Edmund. Pero él se había colado en su habitación y estaba con ella.
Edmund sabía que Stella era virgen y trató de despertarla al deseo de todas las maneras posibles. Sus besos se fueron tornando cada vez más apasionados. Stella sentía que toda la habitación le daba vueltas. No era capaz de pensar en nada. Tan sólo pensaba en que estaba con Edmund.
El joven acarició con las manos y con los labios el cuerpo de Stella subiéndole el camisón hasta el cuello.
Se abrazaron muchas veces. Se acariciaron muchas veces.
Edmund llenó de cuerpos cada centímetro del cuerpo de Stella. Y Stella, a su vez, se atrevió a llenar de besos cada porción del cuerpo de Edmund. Él, incluso, se atrevió a chuparle los pezones.
Stella se sentía rara al estar en brazos de Edmund. El sentir su lengua acariciando uno de sus pechos.
Finalmente, notó cómo el cuerpo de Edmund invadía su cuerpo. La hizo suya y Stella no sintió apenas dolor. Y Edmund, a su vez, notó cómo la habitación explotaba. Se llenaba de luces de colores.
Al acabar, Stella se abrazó a Edmund. Apoyó la cabeza en el hombro de él.
-Ha estado bien-afirmó la joven, medio maravillada.
Hermoso capítulo lleno de pasión y romance. Te mando un abrazo y te me cuidas mucho. Espero que pase el calor y te envió todo mi cariño par animarte
ResponderEliminar