martes, 22 de julio de 2014

LA CHICA DE LOS OJOS GRISES

Hola a todos.
Hoy, llegamos al penúltimo fragmento de este bonito relato.
Espero que os haya gustado y espero que os guste el fragmento que está por venir.
Confieso que me he sentido tentada a alargarla un poco más, pero no creo que lo haga. Está bien como está.
Y tampoco sé si le voy a escribir un epílogo. Lo decidiré cuando esté un poco menos ocupada. Las Musas parecen haberse cebado con mi persona y no paro.
¡Vamos a ver lo que pasa hoy!

                                  Tiene el cabello de color dorado, pensó Stella cuando vio a Edmund la vez siguiente.
                                  Acudió a su casa ella sola a tomar el té. Edmund acompañó el té de las cinco con un dulce hindú. Se llamaba Narkel Naru.
-Está delicioso-le aseguró a Stella.
                                  El Narkel Naru tenía forma de bolita hecha con leche condensada khoa y con coco. Stella aceptó probar una de aquellas extrañas bolitas que Edmund le tendió. Le dio un mordisco y le gustó.
-¡Está delicioso!-aprobó Stella.
-El Narkel Naru me recuerda mucho a ti-la aduló Edmund-Los dos sois muy dulces.
                                Al escuchar aquel piropo, Stella se echó a reír.
                                No se arrepentía de haber acudido ella sola a visitar a Edmund. Estaba pasando un rato agradable conversando con él. Trazando planes de futuro con él. De pronto, la vida se había tornado de color de rosa para Stella.
                               Edmund no podía apartar la vista de Stella.
-¿De verdad nos vamos a quedar a vivir en Quibble?-le preguntó.
-Esta casa la tengo alquilada desde que vine a visitar a tu padre para hablar de negocios-respondió Edmund-La puedo comprar. No me he movido de aquí desde que te vi por primera vez.
                               Había oído hablar de seres sobrenaturales. Cuando vio a Stella por primera vez, pensó que no era humana. Su rostro brillaba. Había algo etéreo en ella. Su belleza, además de ser una belleza física, era también una belleza que venía del fondo de su alma.
-Lo único que quiero es quedarme aquí para siempre-admitió Stella.
-Entonces, no nos iremos nunca de Quibble-le prometió Edmund.
-No quiero que nos quedemos aquí por mí. No olvido que tú tienes que ocuparte de la Templewood and Ransome Company. Y tienes tu negocio en Calcuta.
-Iremos a Calcuta. Es verdad que no puedo descuidar el negocio. Darius, mi socio, me mataría. Pero viviríamos aquí. Iríamos de vez en cuando allí. No quiero que seas una desdichada por mi culpa. Nunca me lo perdonaría. Y tu sitio está en este lugar. Y mi sitio está en el lugar donde quieras estar tú.
                           Edmund cogió la mano de Stella para besársela.
                            Antes, cuando ella hizo acto de presencia en el salón de su casa, la recibió con un beso en la mejilla. Ella, a su vez, también le besó en las mejillas. Se sujetaron durante un largo tiempo las manos.
-Ya faltan tres días-suspiró Stella.
-Dentro de tres días, serás mi esposa-sonrió Edmund.
                             Stella se marchó al cabo de un rato. Besó con amor a Edmund en los labios a modo de despedida.
                              Ya no veía la hora de convertirse en su esposa.



                              La noche antes de su boda, Stella durmió en casa de Samantha. Su mejor amiga durmió en su casa. Stella optó por dormir en un camastro que los criados colocaron junto a la cama de Samantha.
                              Stella no paraba de parlotear. En menos de un día, se convertiría en la esposa de Edmund. Y estaba que no cabía en sí de gozo. Pero se dio cuenta de que Samantha estaba seria.
-Estaba pensando en Gabriel-le confesó su amiga-Se que no debo de pensar en él. Me voy a casar con mister Halliwell.
                                  Pero le traicionaba el pensamiento. El recuerdo de Gabriel estaba presente a todas horas en su cabeza.
-Es normal que le eches de menos-opinó Stella.
-Me voy a casar con mister Halliwell-le recordó con tristeza Samantha-El pasado debe de quedar atrás. Gabriel forma parte de mi pasado. Pero...
-Te entiendo, amiga.
                                Los ojos de Samantha se llenaron de lágrimas.
                                Gabriel era el único hombre al que había besado. De haber podido, se habría lanzado a sus brazos sin dudarlo.
-No nos dejaron ser felices-se lamentó Samantha-No pudimos estar juntos. Ahora, él está muerto. Y yo deseo estar muerta porque así podría estar con él.
-No me gusta oírte hablar así, Sam-le aseveró Stella.



2 comentarios:

  1. Uy está m historia es una de mis favoritas. La voy a extrañar. Te mando un beso

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    Respuestas
    1. Hola Citu.
      Espero que te guste el final.
      Yo también voy a echar de menos a Richard y a Annemarie. ¡Pero no veo la hora de leer la historia de amor entre Darius y mi tocaya!
      Un fuerte abrazo.

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