Hola a todos.
Ya falta menos para que conozcamos el desenlace de este bonito relato.
En el fragmento de hoy, continúa la cuenta atrás para la boda de Edmund y Stella.
Edmund había acudido a verla.
Stella casi no podía quitarle la vista de encima.
Estaba sentado a su lado a la mesa del comedor. Edmund necesitaba hacer uso de su fuerza mental para no pensar que podía sentir el calor que desprendía el cuerpo de Stella. Ráfagas del perfume que ella solía usar llegaban hasta su nariz. Invadían su olfato. Su mente...Esencia de lirios...
-¿Estás nerviosa?-le preguntó a Stella-Ya falta poco para que llegue el día de nuestra boda.
-Estoy deseando que llegue ese día-respondió la joven.
-¡Vas a ser la novia más bella de todo el mundo!-palmoteó lady Carson, ilusionada.
Stella cogió un bollito que había en una bandeja. Le dio un mordisco.
Era la hora del té. Observó a su padre coger su taza de porcelana y beber un sorbo de té.
Miró casi con asco su taza de té. La removió con gesto nervioso. No entendía el porqué Edmund tenía el don de ponerla nerviosa. ¡Nerviosa!
-Dentro de unos años, podrías habernos hecho abuelos a tu madre y a mí-auguró lord Carson-Tenemos ganas de que nos des un nieto. O una nieta...Un hijo siempre llena de alegría. Por desgracia, sólo te tuvimos a ti.
Edmund deseaba poder hablar con Stella a solas. Sin embargo, después de la noche que habían pasado juntos, no habían tenido esa oportunidad.
La carabina no les dejaba casi nunca a solas. Apenas podían robarle unos instantes, apenas unos minutos, para poder estar solos. Y no era suficiente para ninguno de los dos.
-Es un poco pronto-opinó Stella.
Edmund pensó en lo bonito que sería tener un hijo con Stella. Imágenes de su vida en común pasaron por su mente. No se trataba sólo de compartir cama. También se trataba de convivir con ella todos los días. De hablar y de apoyarse de manera mutua.
Recordó de nuevo el día en que conoció a Stella. Era cierto que fue a visitar a lord Carson con la intención de hablarle de negocios. Pero algo se nubló en su mente en el momento en el que vio a Stella. Los negocios habían pasado a un segundo plano. Darius Ransome, su socio, se reía de él. Decía que el amor le había cegado por completo.
Pero Darius no sabía lo que era estar enamorado.
-Los hijos llegarán cuando tengan que llegar-afirmó Edmund-Me gustaría tener un hijo contigo. Que se te parezca. No me importa si es niño o si es niña. Tan sólo quiero que tú seas la madre.
-Y que tú seas el padre-corroboró Stella.
Se sorprendió así misma sonriendo. Y su sonrisa era radiante.
-Deberíamos dejar el tema de los hijos aparcado por el momento-sugirió lady Carson poniéndose roja como un tomate.
-Tienes razón, querida-aprobó lord Carson-Todavía no se han casado. Pero ya falta menos para que ese día llegue. Disfrutemos del tiempo que nos queda de nuestra Stella.
Dos semanas...
Stella se casaría con Edmund en dos semanas.
Y dos semanas pasaban volando. El tiempo pasaba volando. Ella misma lo estaba viendo.
Cuando Edmund se marchó del hogar de los vizcondes de Carson, tuvo que contentarse con darle un beso a Stella en la mejilla. Procuró besarla en la mejilla, muy cerca de su boca. Sus padres no se dieron cuenta. Stella se puso roja como la grana.
-Hasta pronto...-le dijo Edmund.
-Adiós...-alcanzó a decir Stella.
Iu esos dos son una linda pareja. Te mando un beso y te me cuidas
ResponderEliminarHola Citu.
EliminarEs lo más bonito del amor. Cuando se trata de un amor correspondido. El mundo a tu alrededor cambia y ves las cosas de otra manera.
Un fuerte abrazo.
Cuídate.