viernes, 11 de julio de 2014

LA CHICA DE LOS OJOS GRISES

Hola a todos.
No me he olvidado de esta historia.
De hecho, hoy toca un nuevo fragmento de la misma.
En esta ocasión, Stella, confundida después de lo ocurrido entre Edmund y ella, acude a visitar a Samantha en busca de consuelo.
Si alguna vez os habéis preguntado quién es la tal tía Maude que se menciona en varias ocasiones en Olivia y Jai, creo que puedo daros una explicación.

                                 Stella salió a pasear a la mañana siguiente.
                                 Sus pasos la llevaron hasta el bungalow donde vivía la familia de Samantha. En aquellos momentos, Stella necesitaba ver a su mejor amiga. Tenía la cabeza hecha un lío. No terminaba de creerse lo que había pasado entre Edmund y ella.
                                 No era mucha la gente que vivía en la isla de Quibble. Stella era feliz viviendo en aquel lugar. La colonia inglesa en la isla era relativamente escasa. De algún modo, parecía convivir con los nativos del lugar en cierta armonía. El mayordomo inglés de la familia de Samantha fue el que le abrió la puerta a Stella cuando la joven golpeó la madera. Stella notaba cómo le temblaban las manos. El mayordomo le informó que la señorita Samantha se encontraba en su habitación.
                                  Stella subió la escalera que conducía al piso superior. A mediada que iba subiendo la escalera, escuchó algo. Era algo parecido a un sollozo. Se quedó helada. Una mujer estaba llorando.
                                   La habitación de Samantha estaba llena de vestidos y de enaguas que yacían tirados por el suelo. La escena dejó muerta a Stella. No se lo esperaba.
                                  Reconoció a la joven de cabello dorado, que llevaba suelto, que estaba tirada encima de la cama. Era Samantha. Tenía el rostro desfigurado por el llanto. Stella la vio más pálida que nunca. Llevaba puesto un vestido negro de luto. Otra joven la abrazaba. Stella la reconoció.
                                 Maude era la hermana mayor de Samantha y se trataba de una hermosa joven de cabello de color caoba. Maude siempre estaba haciendo cosas nuevas. No podía parar quieta y Samantha había heredado de ella aquella faceta de su carácter.
-¿Qué está pasando?-preguntó Stella-¿Por qué estás llorando, Sam? ¿Qué ocurre?
-Es una tontería-respondió Maude, en lugar de su hermana menor-Padre le ha buscado al mejor partido que ha encontrado en Inglaterra. Debería de estar contenta.
                                  Samantha se sentó en la cama, con los pies encima del colchón, y clavó sus desesperados ojos de color azul cielo en Stella. Desde que supo que su padre pensaba casarla con mister Halliwell, lo único que había hecho había sido llorar. Stella se sentó a su lado en la cama y le dio un beso en la mejilla.
                                  Hacía un rato que Maude había entrado en la habitación de Samantha. La joven había cerrado la ventana y Maude la abrió casi por la fuerza.
-¡Me quieren casar con un hombre al que no conozco!-sollozó Samantha.
-Padre sí conoce a mister Halliwell-le aseguró Maude-Se trata de un buen hombre.
-Pero la última decisión la tiene ella-le recordó Stella-Es Sam la que se va a casar y la que va a tener que vivir con ese hombre.
                              Samantha no quería llorar. Todavía le llevaba luto a su amado Gabriel en su corazón. Deseaba creer que la noticia de su muerte había sido una falsa. Pero ella, por desgracia, vio su cadáver. El mar se lo había devuelto.
-Lo que a mí me parece es que las dos estáis demasiado obsesionadas con las tonterías románticas que soléis leer-replicó Maude-Y eso no es bueno.
                             Stella llevaba toda la mañana recordando cómo la noche antes se había entregado a Edmund. Se había entregado a él de manera voluntaria y, a pesar de todo, no se arrepentía de nada de lo que había pasado entre ellos. Pero él tuvo que irse antes del amanecer. Y ella tuvo que despertarle para recordárselo. Le llenó la cara de besos. Le besó en los labios con pasión. Le besó en el cuello. Se atrevió a succionarle una tetilla. Y volvió a pasar.
                            Por suerte, sus padres no sabían nada. Pero Stella necesitaba hablar con alguien y creía que aquel alguien era su amiga Samantha.
-Maude, ¿cómo es que Sam se va a casar?-quiso saber Stella.
-Padre estuvo en Londres hace unos meses por negocios-contestó la aludida-Y su socio en aquellos negocios era un hombre de su edad. Mister Halliwell...Tiene un hijo. Es un poco mayor que yo. Y está soltero.
-Y supongo que Sam se va a casar con el hijo. ¿No es así?
-Así es.
-¡Pero yo no quiero casarme con él!-protestó Samantha-No le conozco. Y no podré amarle nunca. Mi corazón sólo le pertenece a Gabriel. Pero él ha muerto. Todavía recuerdo la última vez que nos besamos. ¡Yo sí iba a casarme con él! No puedo casarme con otro hombre.
-Sam, cariño, no puedes pasarte la vida llorando por la pérdida de Gabriel cuando todavía eres joven-le exhortó Maude. Le secó las lágrimas con los dedos-Padre quiere lo mejor para ti. Sufre porque ve que no me voy a casar nunca. Y no quiere que eso te pase. Además, no creo que que tengas que abandonar Quibble. Mister Halliwell le ha dicho a nuestro padre que viajará hasta aquí. No te conoce. Pero pienso que podría enamorarse de ti.
                              Stella sentía que le iba a estallar la cabeza. Samantha podía enamorarse de mister Halliwell. Y ella se estaba enamorando de Edmund. En aquel momento, Stella se corrigió así misma cuando tuvo la certeza de que estaba enamorada de Edmund. No sabía en qué momento había llegado a enamorarse de aquel joven. Su futuro marido...Estaba confundida. Confusa...Asustada...
                               Samantha se sentó en la cama. Tenía los ojos hinchados por haber estado llorando desde hacía horas.
-¿Y qué pasa con todos los sueños que tenemos desde que éramos niñas?-le preguntó casi con rabia a su hermana-Casarnos por amor. ¿Es que no podemos casarnos por amor?
-No podemos hacer realidad nuestros sueños-contestó Maude con tristeza. Miró con pesar a Samantha y a Stella. Ésta última pensó que Maude no estaba hablando por ellas. Estaba pensando en ella. Maude ya tenía casi veinticuatro años. Era una joven que había tenido muchos pretendientes. Pero no se había casado todavía-Hemos de dejar a un lado lo que queremos y conformarnos con lo que nos envía la vida. Es mejor. De poder casarme, me casaría ahora. Sin dudarlo. Los sueños románticos no sirven para nada.
                             Se equivoca, pensó Stella casi con indignación.
                             Me extraña que Samantha acabe dándole la razón.

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